Dos jubilados contemplan el mar en la playa (Pexels)

“Dentro de veinte años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que hiciste”. Esta frase de Mark Twain —que, por cierto, se arruinó varias veces pero vivió la vida a tope— le puede haber venido a la cabeza a esta pareja de franceses que estos días siente que ha hecho un gran esfuerzo para nada.

Viven en Bagnolet, muy cerca de París, sus nombres son Pascal y Mireille y tienen 69 y 63. Desde junio, duermen en la calle. “Una mañana, un agente judicial, un cerrajero y cuatro policías llamaron a la puerta. Abrí y me dijeron que tenía 15 minutos para salir”, relata Mireille al medio Le Parisien.

Ninguno de los dos recibe todavía su pensión, pero ambos esperan hacerlo pronto y salir de la situación en la que se encuentran. En el caso de Pascal, dice que es “un problema de papeles, siempre falta uno”. Para Mireille, la espera se debe a su edad: podrá acceder a su jubilación en marzo. Mientras tanto, sobreviven con el subsidio llamado Ingreso de Solidaridad Activa.

La pareja fue desahuciada de su vivienda social porque había acumulado una deuda de 9.000 euros en un apartamento tipo estudio cuyo alquiler ascendía a 300 euros mensuales. Eran dos años y medio de impagos. Pascal, que trabajaba como pescador en el sur de Francia y está ausente durante largos periodos de tiempo, afirma que todo se ha debido a un problema de comunicación.

“Al menos no dormimos en la acera”

Tras el desalojo, Pascal y Mireille pasaron varias semanas durmiendo en el rellano de su antiguo apartamento y luego en un parque cercano. “Era verano, así que se aguantaba”, cuenta Pascal a Le Parisien. Con la llegada del invierno, en vecino les ofreció su coche abierto por las noches en un aparcamiento subterráneo. “Hace frío, pero al menos no dormimos en la acera”.

La pareja ha contado con el apoyo de la comunidad: el carnicero del barrio les regaló una gran colcha y a menudo les da comida, la panadera también los ayuda y otra vecina les permite ducharse en su casa cada dos días.

Mireille tiene dos hijos de unos 40 años, pero rechaza la idea de ir a vivir con ellos en el sur de Francia, de donde es originaria. “No tienen espacio, y no vamos a poner en riesgo sus relaciones de pareja. Según nuestra lógica, somos nosotros quienes debemos ayudarlos a ellos, no al revés”.

Su piso aún no ha sido ocupado, lo que la pareja no comprende. “¿Por qué no podríamos recuperarlo?”, cuestionan. Según la administración pública, propietaria del inmueble, la vivienda ya ha sido reasignada debido a los más de 30.000 expedientes en espera. Sin embargo, no ha sido vaciada ni se han iniciado las obras de rehabilitación necesarias.

Pascal expresa su indignación: “Trabajamos toda nuestra vida; es inadmisible que nos dejen así”. El viernes 3 de enero, fue atendido por una trabajadora social del municipio, pero la respuesta fue desalentadora. “Nos dijo que no podía hacer nada por nosotros. Nada en absoluto. Así que volveremos al coche, al frío”.