En el golpe por golpe que Mauro Icardi y la China Suárez intercambiaron con Wanda Nara durante las últimas semanas, hubo un elemento que llamó la atención. Fue la aparición, en las fotos que ellos mismos publicaban en las redes sociales, de los hijos que el futbolista y la empresaria tienen en común. En medio de esa competencia parental, quedaron mezclados con chats explícitamente sexuales y documentos judiciales que muchas veces los tuvieron como objetos de la demanda.
Con ese panorama, la pediatra Evangelina Cueto (MN120230, especialista en adolescencias y orientación familiar y miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría) habló con Teleshow y advirtió con firmeza que “los niños, definitivamente, no pueden ser blanco de manipulación, mucho menos parental”. En medio del escándalo mediático, Cueto puso el foco en los vínculos familiares y, en especial, en las infancias.
Por supuesto, como casi todos en la Argentina, la pediatra no escapó de ser una espectadora de lo que llama “la novela del verano”. “Quedé impactada, pero más por el manejo de las infancias”, explica. Y subraya que “detrás de todo este espectáculo mediático hay un entramado vincular que debería hacernos reflexionar profundamente”.
—¿Por qué atrapó tanto este tema?
— Porque el siglo 21 se imprime de sujetos que no desconocen lo que es la extimidad.
—¿Qué es la extimidad?
— Lo contrario a la intimidad. Desde el punto de vista psicoanalítico, es un concepto que toma Lacan y que tiene sus bemoles para ser interpretado. Pero desde las ciencias sociales se define como que somos sujetos constituidos a partir de la exposición de la vida íntima. Como sociedad, ya habilitamos esta práctica, la hicimos cotidiana. Normalizamos el hecho de compartir aspectos de nuestra intimidad en redes sociales. Y las novelas, cuanto más realistas parecen ser, más nos enganchan. Acá se habla de vínculos, y los vínculos nos convocan a todos.
— ¿Cuál es el impacto particular de esta historia?
— Tiene todos los condimentos. Pensada o no —porque no sé cómo se arma semejante cosa—, lo que estamos viendo es algo muy florido desde lo vincular. Y ese es un tema que a cualquier humano le interesa. Sólo que aquí todo es muy extremo.
— ¿Cómo analiza esos vínculos que se muestran?
— Los vínculos entre adultos deberían ser siempre menos cargados de violencia. Y este no parece ser el caso. Por lo que se ve en los mensajes, las judicializaciones a mano, los comentarios… Ojalá podamos construir vínculos adultos mucho más alejados de estas dinámicas. Porque si normalizamos esta presentación mediática de los vínculos, nos alejamos de los modelos que necesitamos para construir una sociedad mejor, especialmente en las formas de crianza.
— Aquí fueron los adultos quienes expusieron a los hijos.
— Lo veo definitivamente vulneratorio para todos los niños y niñas involucrados. Los niños no deberían ser blanco de manipulación, mucho menos parental. Este es un caso muy alevoso, donde aparecen fotos que intentan demostrar territorialidad por parte de los padres sobre esas infancias.
— ¿Qué quiere decir con “territorialidad”?
— Mostrar más cercanía o menos cercanía con ciertos vínculos a través de fotos. Eso es un modo de sharenting, la práctica de compartir fotos, videos o información de los hijos en línea, un término que viene de las palabras en inglés share (compartir) y parenting (crianza). Es básicamente exponer aspectos de la intimidad de los hijos. Y esto se conecta con lo que hablábamos antes de extimidad, pero ahora aplicado a las infancias. Las fotos que los involucran en semejante novela mediática me parece definitivamente vulneratorio. Además, no solo habilita esta violencia adulta tan expuesta, sino que pone a los chicos en un lugar de fragilidad innecesaria.
—¿Por qué motivo los adultos utilizan a los niños en sus conflictos? ¿Para legitimarse como padres?
— Parecería algo de eso. No sé qué motiva semejantes actitudes en este caso en particular. Pero lo que sí creo es que debemos construir una sociedad más consciente de que los chicos son sujetos de derechos plenos. Eso implica que los adultos no podemos quitarles o darles derechos a nuestro antojo. El derecho a la intimidad, por ejemplo, es eso: un derecho. No es algo que se pueda otorgar o retirar arbitrariamente. Ellos no deberían publicar fotos ni revelar detalles de la intimidad de los chicos, mucho menos si están en medio del conflicto. Estos niños deberían quedar completamente por fuera de esta discusión. Pero estamos en una sociedad que normalizó este tipo de atropellos, o que a lo sumo se sorprende sólo un ratito. Y cuando algo así se naturaliza, no sólo pasa a esta escala que vimos estos días, sino que después pasa en otras microesferas, en gente que quizás sea menos pública, con quienes también empieza a suceder.
— Pero esto de usar a los hijos en conflictos entre adultos no es nuevo.
—No, para nada. Esto no lo inventaron ni Wanda Nara, ni China Suárez, ni Mauro Icardi. Es algo que lamentablemente ocurre desde siempre. Muchas veces los hijos se convierten en un territorio más de disputa, casi como si fueran bienes materiales. Y eso es un espanto.
— ¿Cómo viven los chicos estas situaciones?
— Creo que este tipo de situaciones tienen una potencialidad traumática. Digo “potencialidad” porque el psiquismo es muy plástico y no necesariamente algo dañino se traduce en un trauma directo. Pero sí hay mucho estrés para los chicos.
— ¿Y cómo se puede manifestar ese estrés?
— Depende. Por ejemplo, situaciones como estas pueden exponerlos a tensiones entre pares en la escuela, o incluso a la difusión de fotos y audios en un contexto que no pueden controlar. Los chicos no tienen las herramientas psíquicas que tenemos los adultos, como la posibilidad de ironizar o relativizar. Para ellos, todo es realidad absoluta. Por eso siempre digo que el resguardo de la intimidad es clave. Y cuando hablo de intimidad, me refiero no solo a la de los chicos, sino también a la de los adultos, porque los conflictos entre padres también impactan en los niños.
— Vuelvo a lo anterior: en las redes sociales, los chicos aparecen sonrientes, junto a padres que compiten entre sí como diciendo “miren el amor que les doy, están felices conmigo”. ¿Cómo influyen estas dinámicas?
— Aparecería algo así, ¿no? Como una exhibición que intenta contar “miren qué armonía”, aunque detrás haya conflictos muy fuertes. Por eso vuelvo a resaltar lo de la extimidad, esta regla del siglo 21, en la que los sujetos estamos acostumbrados a edulcorar la vida a través de fotos o de información que exponemos en las redes sociales. Este parece ser un caso de esos. Las redes sociales han amplificado la exposición de la vida privada. Lo que antes quedaba dentro de las paredes de una casa, ahora es público. Solo que con la gravedad que de en este caso involucra a menores de edad. Los chicos quedaron atrapados en una dinámica donde se expone su vida íntima para dar mensajes entre los adultos. Eso es muy preocupante.