Alguna vez, Patricia Della Giovampaola se definió a sí misma como “una chica de campo”. Una descripción que, en principio, parece oponerse a la elegancia que despliega cada vez que se muestra en algún rincón del planeta: Miami, París, Londres, Milán, Punta del Este, Nueva York o Buenos Aires, todos esos lugares a los que su vida nómade la transporta. Amante de la alta costura, es también una coleccionadora serial de vestuarios de alta gama, una purista de la estética en muchos niveles.

A los 18 años vino a la Argentina a visitar a unos tíos desde Montepulciano, un pueblo en su Toscana natal. Al pisar Buenos Aires, dice, el flechazo fue inmediato. “Me encanta desde siempre y no sé por qué. Será que llegué muy joven y me gustó en especial aquella época”, confesó alguna vez, con seductor acento italiano. Sin embargo, Patricia encontró un destino de cuento del otro lado del Río de la Plata: se enamoró y se casó con el príncipe Rodrigo D’Arenberg, que falleció en 2007. Hace 12 años y contra todo pronóstico, se animó a apostar nuevamente al amor y hoy comparte la vida junto al escritor e intelectual francés Jean-Paul Enthoven. “Siempre digo que todo lo que soy viene de mi educación, de mi familia, de mis raíces”, comenta Patricia, y es entonces cuando la esencia del campo aflora y convive en paz con su vestuario de lujo.

Patricia Della Giovampaola es una fánatica de la Alta Costura

–¿Cómo es tu relación con la moda? ¿De dónde viene?

–Desde siempre la moda fue parte de mi vida. No sé si es algo que se hereda o se lleva en la sangre, pero en casa siempre hubo una sensibilidad especial hacia lo estético. Mi madre tenía un estilo impecable, de esos que no necesitan esfuerzo, y mi padre era el hombre más elegante de la zona. Tenía una elegancia totalmente natural, se vestía con su sensibilidad. A pesar de que vivíamos en Montepulciano, que era un pueblo, él siempre estaba guapo, un dandy. Supongo que crecí con esa idea de que la moda es una forma de expresarte.

–Tu guardarropa está repleto de etiquetas de diseñadores increíbles: ¿cuáles son tus favoritos?

–Oscar de la Renta es maravilloso, también adoro a Schiaparelli, que se reinventa gracias a Daniel Roseberry, un texano lleno de talento. A nivel local, Javier Saiach tiene una sensibilidad que me encanta.

–¿Tenés una prenda fetiche?

–El que nunca falla es el vestido negro corto a la rodilla, con un tapadito haciendo juego. Hay otros que son como pequeñas obras de arte, como uno de Marchesa que usé en un casamiento en Roma, bordado con tules, que parecía el traje color del tiempo de Piel de Asno. Me sentí mágica.

–¿Los “no” de Patricia en la moda?

–Detesto los tatuajes, no van conmigo. Tampoco me gustan los logos. Mostrar las marcas no es mi estilo. El marrón y el gris no son mis colores y de las tendencias de este verano esteño, no me gustan las botas texanas a media pierna: te hacen la pierna cortada, son poco sentadoras. Se aceptan solo a una cierta edad y la verdad, ¡son horrorosas!

–Tenés un marido europeo, casas en París, Punta del Este y Miami. Sin embargo, seguís viniendo a la Argentina. ¿Qué te atrae de este país?

–La Argentina tiene una energía que no encuentro en ningún otro lugar. Es esa mezcla de nostalgia y pasión. Me gusta volver, sentir esa conexión con mi pasado, mis afectos y mis historias. Mi hogar del corazón está en Buenos Aires.

–¿Te costó volver a apostar al amor después de haber enviudado?

–Rodrigo murió en 2007 y jamás pensé que volvería a enamorarme. Apostar al amor nuevamente después de enviudar fue un proceso complejo, pero aprendí que el corazón no tiene leyes y siempre encuentra su camino. Jean Paul apareció en un momento en el que yo no estaba buscando nada, pero a veces las mejores cosas llegan así, sin planearlas. Lo nuestro se dio de manera muy natural. Nos conocíamos socialmente desde hacía muchos años. Él llamó para darme el pésame cuando murió Rodrigo, y cuatro años después nos volvimos a encontrar; a los días, me llamó para invitarme a salir. En esa primera cita, me confesó que aquella noche había quedado muy impactado y que realmente yo le parecía una mujer fascinante. Todo fluyó desde el principio. Me enamoró su carácter, su forma de ver la vida, su energía y por supuesto, me cautivó con su inteligencia. ¡De más está decir lo buen mozo que es!

Junto al escritor e intelectual francés Jean-Paul Enthoven, su actual pareja

–¿Cómo vivís el amor ahora?

–Con libertad y alegría, cada relación me enseñó cosas distintas y creo que lo más lindo es aprender a compartir sin perder tu esencia. Ahí está el secreto: cada uno aporta su fuerza de una manera diferente. Compartimos mucho, pero también sabemos cuándo ceder. Es un equilibrio y estoy encantada. Jean-Paul es una persona que todo el tiempo te está estimulando.

–¿Qué aprendiste con él?

–Aprendí a tener distintas miradas, a escuchar sobre los distintos temas y tratar de entenderlos, observarlos desde diferentes ángulos. Él me comparte lo que piensa y es muy interesante porque es un intelectual, siempre está estudiando y analizando todo a su alrededor. Puedo estar de acuerdo o no con él, pero siempre me hace pensar.

–¿Casamiento?

–Nunca fui una amante de los casamientos y ya pasó el momento de esa fantasía. Por otro lado, los dos logramos construir nuestros propios espacios. Pueden pasar días enteros en los que cada uno está en lo suyo. Con Jean Paul valoramos nuestras individualidades: en París él tiene su casa y yo la mía. Así, cada encuentro es especial y disfrutamos del tiempo que pasamos juntos, sobre todo en los viajes. Creo que el casamiento no es algo que necesitemos.

–Con tu hermana Rossella son unas de las mujeres más elegantes de la Argentina. ¿Cómo es el vínculo entre ustedes?

–Rossella es mi gran compañera. Crecimos muy unidas y siempre nos apoyamos y celebramos los logros de la otra. Nos hablamos todos los días, somos muy cómplices, tenemos como un idioma muy nuestro, muy profundo. Nuestros padres ya murieron, con lo cual ella es la única que entiende y sabe de qué se tratan mis recuerdos de infancia. Somos inseparables.

Patricia junto a su hermana Rossella, con quien comparte un estilo impecable

–Con la ropa, ¿se prestan, se consultan o se copian?

–No nos prestamos, cada una tiene su vestidor y su estilo. Lo que puede pasar es que nos compremos el mismo vestido, como nos pasó hace poco [risas].

Todas las mañanas lleva a cabo una rutina de entrenamiento

–¿Cuáles son tus secretos para mantenerte tan bella y saludable?

–No creo en dietas extremas. Me cuido mucho, me considero disciplinada. Todas las mañanas me levanto temprano, hago yoga y footing, esté dónde esté. Y llevo una dieta compuesta preferiblemente por alimentos orgánicos. Tengo claro lo que me hace mal, así que no fumo ni tomo alcohol. Y el descanso es clave, tanto como la actividad física. Para la cabeza, que es tan importante como el cuerpo, leer, estar con gente y ver cosas nuevas: arte, museos, naturaleza. Hay que activar los sentidos.