Leandro Anderson llegó a su departamento de Núñez y lo primero que hizo fue revisar el teléfono de su novia, V. L., de 32 años. Borró los chats que había intercambiado con ella. Después bloqueó la línea, le dijo que la relación había terminado y le reprochó el dinero que había invertido para comprar la propiedad. Ella no respondía las agresiones. Las horas pasaron y la violencia aumentaba. De pronto, el hombre espetó: “¿Te crees que no soy capaz?” y fue hasta el baño. Regresó a la habitación con una botella de plástico y roció a su pareja con alcohol etílico. Le mojó el rostro, la ropa que llevaba puesta y el cabello. Después dijo: “¿Querés que probemos, prende rápido… con una chispa?”; le arrojó una caja de fósforos y él se acercó con un encendedor.

Fue a las 23 del 12 de noviembre pasado. La secuencia de violencia, que ocurrió en un departamento del cuarto piso de un edificio situado en Manuela Pedraza al 2300, en Núñez, donde vivían Anderson y su novia, ambos empleados de un organismo dependiente del gobierno nacional, continuó hasta la madrugada.

El hombre, de 42 años y nacido en Río Gallegos, Santa Cruz, tomó del cuello a V. L. e intentó ahorcarla. Todo terminó cuando, ante un descuido del agresor, la víctima pudo escapar y comunicarse con su hermana.

Así surge del expediente judicial al que tuvo acceso LA NACION. A menos de dos meses de ocurrido el dramático episodio, el fiscal José María Campagnoli pidió la elevación a juicio de la causa y solicitó que Anderson sea juzgado por el delito de “homicidio doblemente agravado por haberse cometido contra su pareja y en un contexto de violencia de género, en grado de tentativa”.

“Es posible sostener que la conducta de Anderson tuvo la finalidad de causar la muerte de su pareja V. L., pues intentó asfixiarla y también la amenazó de manera constante con prenderla fuego y la roció, en dos oportunidades, con alcohol etílico, acercándole luego un encendedor, que accionaba y llegó a prender cerca de ella. El medio empleado era idóneo para provocar su muerte, en tanto el alcohol etílico que arrojó sobre su víctima era altamente inflamable por su concentración de etanol, y Anderson roció con ese producto la ropa que ella llevaba puesta, su cabello y su rostro. El imputado no logró su cometido por la resistencia opuesta por ella, quien finalmente logró escapar y pedir auxilio, y por las características de encendido del calefón del departamento”, se sostuvo en el citado requerimiento de elevación a juicio presentado ante la jueza nacional en lo Criminal y Correccional Carina Rodríguez.

El fiscal José María Campagnoli

La investigación comenzó después de que la hermana de la víctima llamara al 911. Personal de la Policía de la Ciudad llegó al edificio donde vivían Anderson y V. L. tras un aviso de que había un hombre “agresivo”. Los uniformados secuestraron botellas plásticas con alcohol etílico.

“La víctima permitió el ingreso en el departamento y se observaron señales de violencia: vasos y botellas rotos en la cocina, en el baño y botellas vacías de alcohol. La mujer exhibió lesiones recientes en brazos y piernas y relató que su pareja la había sujetado, rociado con alcohol y amenazado con prenderla fuego usando fósforos, los cuales ella logró quitarle y esconder”, según explicaron fuentes de la Policía de la Ciudad.

Fuentes judiciales resaltaron la importancia de hacer la denuncia en la línea 147 o en la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de Justicia de Nación y destacaron que en este caso, como en otros, se avanzó con rapidez y a menos de dos meses ya se solicitó que el expediente sea elevado a juicio.

“Se acreditaron en este proceso los daños producidos en la vivienda, las lesiones padecidas por la damnificada y que ambos eran pareja, llevaban dos años y nueve meses juntos, con siete meses de convivencia en un departamento de un edificio situado en Manuela Pedraza al 2300. Los testimonios de las personas que los conocían resultaron trascendentes, al igual que el de la propia víctima, para sostener el contexto de violencia de género en el que tuvo lugar el intento de homicidio”, explicó el representante del Ministerio Público Fiscal.

Al declarar, la víctima contó detalles de la pesadilla que vivió entre la noche del 12 y la madrugada del 13 de noviembre pasado. Hizo un relato detallado de las amenazas que sufrió y sobre cómo Anderson la roció con alcohol. También, de cómo rompió unos “vasos pesados de decoración” y una botella de vino contra el piso y decía que iba a prender fuego los aires acondicionados.

“Iba y venía buscando botellas de alcohol etílico, que no se acordaba dónde las había dejado. Una la vació en la bacha y la tiré. Quedó la más grande, la que me tiró a mí y que después secuestró la policía. Dijo que iba a rociar todo y ahí vi que no había más por resolver y me tomé el ascensor, que estaba en mi piso, y empecé a llamar a mi hermana, que me atendió enseguida, y le pedí ayuda. Le dije que Leandro [Anderson] estaba muy sacado, rompiendo cosas, le pedí que llamara al 911 y me preguntó por qué al 911. Le conté que me estaba amenazando, que decía que iba a prender todo el departamento y salí a la calle”, sostuvo la víctima, según se desprende del expediente judicial.

Para el Ministerio Público Fiscal “los claros y precisos dichos de la víctima resultan verosímiles y carentes de animosidad, en tanto no es posible sospechar que la denunciante actuara motivada por algún interés, odio u alguna otra circunstancia, lo que permite sostener que los hechos ocurrieron como fueron detallados por la víctima. La damnificada mantuvo un relato único sobre todas aquellas circunstancias padecidas durante la noche del 12 de noviembre y la madrugada del día siguiente, y su comportamiento posterior al hecho es evidencia clara de la veracidad de su versión sobre lo ocurrido en el departamento de la calle Manuela Pedraza. Fue inmediatamente a pedir auxilio, aportó toda la evidencia que le fue posible y se presentó a declarar ante la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, ante el tribunal y ante el Cuerpo Médico Forense toda vez que fue citada. Su relato fue acompañado, como se verá, de prueba objetiva que permite concluir que los sucesos sucedieron tal como fueron denunciados por ella”.

En el requerimiento de elevación a juicio se sostuvo que “la prueba descripta en los párrafos anteriores es elocuente, no ha sido contrarrestada por otra versión y acredita que, aquel día, Anderson quiso matar a su pareja” y que “el testimonio de la víctima, de los policías, de la hermana de la damnificada y de su cuñado, los objetos secuestrados, las fotos del estado en el que estaba el inmueble y el resultado del estudio químico son evidencia contundente que permite demostrar que el imputado, encontrándose junto a su pareja, intentó matarla y, para ello, la roció con alcohol etílico –al menos, en dos oportunidades–, amenazó con prenderla fuego y empuñó cerca de ella un encendedor prendido. Toda la situación se produjo en un contexto de extrema violencia”.