Son casi las cuatro de la tarde de este sábado de sol y nubes en Buenos Aires y una estructura de poliuretano y satén de diferentes tamaños comienza a inflarse con helio en el jardín de Proa 21, en La Boca, preparándose para su paseo por el barrio y por el Riachuelo. La nube que hablaba se titula esta obra instalativa, colaborativa y performática del artista visual y músico francés Yo-Yo Gonthier, que desde hace casi una década y media viene recorriendo distintas ciudades del mundo, reuniendo a más de 600 personas entre todas sus peregrinaciones.

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A las 16.50, la nube se eleva en el aire y, sostenida con sogas, ya está lista para salir. Al son de tambores y sonajeros, empieza la performance que alterará las nociones de espacio y tiempo de la vida cotidiana de las calles y aguas de esta ciudad porteña. Unas setenta personas caminan detrás de ella, cual peregrinos, por la avenida Pedro de Mendoza. Muchos saben a lo que van y otros se suman sorprendidos. “Me asombra”, exclama Micaela. “Aún estoy expectante”, comenta Mercedes. “Es raro, nunca vi algo así”, expresa Rocío. Al llegar al icónico puente del barrio, Nicolás Avellaneda, baja el muelle, se embarca en una lancha amarilla y zarpa navegando hasta desaparecer.

La historia de esta obra empezó en 2011, con una activación realizada en Saint-Denis. Desde entonces, su andar continuó por otras latitudes: pasó por la isla de la Reunión en el Océano Indico;  llegó a Abiyán, Costa de Marfil; luego Niamey, a orillas del río Níger.

El proceso de trabajo para cada activación es colaborativo. En cada ocasión, Gonthier convoca a artistas locales para trabajar en conjunto. “Escribimos nuestros pensamientos sobre la tela de la nube y dijimos palabras y frases que fueron grabadas para ser reproducidas en la muestra, palabras de nuestro compromiso como artistas situados aquí y ahora”, dice a LA NACION Paula La Fea, artista local argentina oriunda de Tucumán, sobre el trabajo colaborativo en el que también participaron los artistas Javier Ferrante, Juan Carlos Urrutia, Sebastián Baez, Pedro Montes de Oca y Yhomara Muñoz.

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“La nube amplía el campo de posibilidades y permite que los sueños penetren en la realidad: cada una de sus representaciones es una oportunidad para crear vínculos y tejer encuentros entre habitantes y artistas -reflexiona Gonthier en comunicación con LA NACION-. La experiencia se transmite, uniendo a las personas más allá de las fronteras. Me fascina la nube y su posibilidad de moverse con el tiempo capturando los sueños y pensamientos de los que se cruza y llevándolos a otros horizontes”.

“Yo-Yo Gonthier pone en marcha protocolos técnicos y humanos cuyo fin último es captar un fragmento de lo maravilloso”, sostiene la curadora independiente, Julie Crenn en su texto.

“Yo-Yo Gonthier pone en marcha protocolos técnicos y humanos cuyo fin último es captar un fragmento de lo maravilloso”, dice la curadora Julie Crenn

La muestra Soy el hijo del río, que acompaña la iniciativa en Proa 21, exhibe fotos y videos de las travesías de la nube, además registros del proceso de trabajo de los artistas locales. “Se puede indagar el tiempo”; “Ninguna historia me pertenece”, “Partida, viaje, regreso”, “El tiempo de vivir”; “Abrazar lo desconocido”; son algunas de las frases que se leen sobre un muro de la sala.

Si bien las performances son en sí misma efímeras, hay algo que queda. En este caso la nube, que trae impregnada en su materialidad la memoria bordada de otras latitudes, se llevará consigo a su próximo destino el recuerdo de su paso por Buenos Aires, como una suerte de amuleto que se carga de la energía de los lugares por los que pasa y de cada persona que la toca. La obra invita a pensar sobre temas tan humanos como el desplazamiento, la migración, el paso del tiempo, lo efímero y lo que perdura.

La experiencia invita a pensar sobre temas tan humanos como el desplazamiento, la migración, el paso del tiempo, lo efímero y lo que perdura.

A las 17.40, la nube vuelve a aparecer. Sobrevuela a mayor altura aún y desde la costa se divisan bengalas. A las 18.30 llega de regreso al jardín del museo. Gonthier y los artistas están transformados; sus caras pintadas de blanco y visten otros atuendos. Algo se transformó en este viaje cuasi fantástico.

El programa ha sido desarrollado por el Institut français d’Argentine y la Embajada de Francia en la Argentina- en conjunto con la Fundación Proa y cuenta con el apoyo de Fundación Medifé, Air Liquide Argentina, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el Centro de mediación artística Australia

Para agendar

La muestra Soy el hijo del río, que acompaña esta iniciativa, inauguró hoy en Proa 21 (Av. Pedro de Mendoza 2073). Exhibe las diferentes travesías de la nube del artista en distintas partes del mundo. Podrá visitarse hasta el 5 de enero de jueves a domingos de 12 a 19. Entrada gratuita.