Sir Antony Beevor (Inglaterra, 1946) pide no ser llamado “Sir”; simplemente, Antony. Caballero de la Corona Británica, distinción concedida durante el reinado de Isabel II, y Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, otorgada por el Ministerio de Cultura de Francia, Beevor se ha convertido en un oráculo al que acuden analistas internacionales preocupados por el convulso mapa global. Beevor ha sido uno de las principales oradores del Festival Eñe, que en esta edición exploró la consigna “Literatura y democracia”. Historiador militar, escribe sobre los conflictos armados desde hace más de cuatro décadas y ha vendido 8,5 millones de ejemplares de sus libros, traducidos a 35 lenguas.

Entre sus obras se destacan Rusia, revolución y guerra civil 1917-1921, Stalingrado (que obtuvo el Samuel Johnson Prize, el Wolfson History Prize y el Hawthornden Prize, un libro por el cual se le impuso la prohibición de regresar a Rusia), Berlín: La caída. 1945, La guerra civil española, La Segunda Guerra Mundial y La batalla de Creta, todos publicados por Crítica.

En la entrevista, Beevor analiza la guerra en Ucrania, el conflicto en Medio Oriente, el regreso de Donald Trump y la amenaza de China, en un mundo cada vez más polarizado y con democracias debilitadas. En relación al ascenso de Trump, señala: “El problema es que ahora tenemos un líder, quizás el más importante de la democracia occidental, que parece preferir la compañía de los dictadores. Y eso asusta”.

Trump busca confundir y asustar a la gente. Así el resto no sabe qué hacer, cómo actuar. Piensa que eso le da fuerza para imponer su voluntad

Beevor no lo sorprendió el triunfo de Trump en las elecciones estadounidenses de noviembre pasado. Lo intuía y lo temía. Hace unos dos años, durante una entrevista con este suplemento, afirmó que sería terrible que el magnate regresara al poder, pues representaría una amenaza para las democracias occidentales.

—¿Cuándo intuyó que Trump volvería a la presidencia de Estados Unidos? ¿Y qué lo llevó a pensar así?

—Su victoria no me sorprendió en absoluto. De hecho, temía que sería así porque era obvio que los demócratas habían cometido un gran error y un mal cálculo. Fue un error la desastrosa insistencia de Joe Biden para conservar su candidatura cuando los demócratas no tenían oportunidad de ganar. Además, Kamala Harris no era una candidata convocante. Debo señalar también que la izquierda liberal en Estados Unidos había impulsado una agenda centrada en Black Lives Matter y la cuestión transgénero, por ejemplo. La izquierda liberal comete el error, en todo el mundo, no solo en Estados Unidos, de intentar acelerar el cambio social más rápido de lo que la sociedad está preparada para avanzar. Lo que se produce, cuando esto ocurre, es un efecto rebote, donde en lugar de avanzar, se retrocede. Esto es lo que ha ocurrido con el voto latino en respaldo a Trump.

—¿De qué modo Trump va a reconfigurar el mapa geopolítico?

—Esto es muy difícil de predecir, porque el problema con Trump es que nunca sabes qué creer de aquello que dice. A menudo promete cosas y atemoriza a todo el mundo, cuando lo que realmente intenta hacer se resume en una palabra: en inglés, discombobulate, es decir, confundir, desorientar. Básicamente, significa causar caos en las expectativas de la gente. Así que logra que el resto no sepa qué hacer, cómo actuar. Piensa que eso le da fuerza como negociador para imponer su voluntad. Esto es algo que siempre ha practicado en sus negocios. Si podés asustar a la gente con la que estás sentado a la mesa, entonces podés, por un lado, sonar muy razonable cuando explicás los detalles de una situación, o podés, por el otro, asustarlos tanto que conseguirás tu propósito.

No creo que Putin intente invadir Occidente o provocar una tercera guerra mundial, pero sí es posible que se vea tentado a crear provocaciones

—Trump ha elogiado en varias ocasiones a Vladimir Putin. ¿Cuál es su vínculo con Putin?

—No lo sabemos exactamente. El problema es que ahora tenemos un líder, quizá el líder más importante de la democracia occidental, que parece preferir la compañía de los dictadores. Eso asusta, aunque no significa que va a ceder ante Putin. Al mismo tiempo odia a China y parece que le gusta Corea del Norte. No es posible saber bien cómo va a reaccionar, predecir cómo va a actuar, y ese es el efecto que él mismo busca.

—¿Cuán débil es la posición de los miembro de la Unión Europea (UE) y de Gran Bretaña ante una amenaza de Putin?

—Europa tiene la culpa, en gran medida, porque desde 1989 creía que no tenían que gastar dinero en Defensa y descansaban en los estadounidenses. Ahora han sido sorprendidos con poco armamento, con la excepción de Polonia y de Escandinavia. Es muy impresionante las formas en las que han mejorado y creado sus propias fuerzas. Gran Bretaña también ha hecho las cosas mal. Gastamos 100.000 millones de libras anuales en subsidios para aquellos con discapacidad física o mental, aquellos que no están preparados o no pueden trabajar. Algunos casos son genuinos pero otros, debo decir, prefieren no trabajar. Ese presupuesto es el doble del destinado a Defensa. Así que no es sorprendente que Putin se vea tentado a actuar ante este escenario en el que Occidente no está preparado ni es capaz de defenderse ante Rusia. Si este escenario se detonara, Occidente haría todo lo posible para defenderse, pero en Gran Bretaña los barcos están desmantelados y sin personal. Occidente se encuentra inmersa en una crisis geopolítica con una posición muy débil.

—La Unión Europea pasa por un momento de debilidad, a lo que se suman las elecciones anticipadas que se celebrarán en Alemania, ante la debilidad del gobierno de Olaf Scholz. ¿Hay algún modo de fortalecerse?

—La Unión Europea se enfrenta a un desafío fundamental: para triunfar tiene que integrarse, imponiendo más y más regulaciones. Y eso es precisamente lo que provoca la reacción adversa de los nacionalistas. Hay economías totalmente diferentes dentro de una misma organización. No se puede pretender que Grecia pueda tener la misma economía que Alemania. Ese es uno de los problemas cuando la ideología es impuesta. No importa cuán hermosos y maravillosos sean los ideales, tienes que advertir que incluso el idealismo más bello puede crear más odio y problemas después.

Creo que la combinación de las migraciones debido al cambio climático y la pobreza creará más tensiones en Europa y otros lugares

—¿Existe la posibilidad de que el mundo avance hacia una Tercera Guerra Mundial?

—Existe una posibilidad, pero no necesariamente una probabilidad. Y es nuestra culpa, en Occidente, no habernos preparado para ella. No creo que Putin intente invadir Occidente o crear una tercera guerra mundial, pero sí es posible que se vea tentado a crear provocaciones, como ataques cibernéticos, a cortar cables bajo el mar. Y también vemos sus acercamientos en una alianza con Irán y Corea del Norte. La Segunda Guerra Mundial se explica a través de una combinación de conflictos diferentes. Uno seguramente espera que la historia no se repita, y yo creo que la historia no se repite, pero sí sus errores. Este contexto mundial asusta porque precisamente hemos repetido errores del pasado. El primero es, como ocurrió antes de la Primera Guerra y de la Segunda Guerra Mundial, la desinversión en armamento, y el segundo es creer que los dictadores son básicamente seres racionales que se comportarán como nosotros, cuando no lo son.

—¿Creyó Putin que se extendería durante tanto tiempo la guerra en Ucrania?

—No, por supuesto que no. Putin también cometió un mismo error: despreciar a su enemigo. Creyó que su enemigo no podría resistir y que estaría en control de Ucrania en 48 horas. Los dictadores, del mismo modo que las democracias, pueden cometer errores.

—Mencionó a China recién. El presidente argentino Javier Milei anunció que construirá una base militar conjunta con los Estados Unidos en la Antártida, con el objetivo principal de robustecer su presencia en un territorio donde China ha instalado sus bases, oficiales o no. Se suele desestimar a China, considerándola solo potencia comercial, pero ¿cuán cierta es la amenaza militar china en América del Sur y en el resto del mundo?

—Es cierta, y especialmente en el Pacífico. Australia, Estados Unidos y el Reino Unido constituyen una alianza muy importante ahora y China está furiosa por eso. China tiene un gran resentimiento por el modo en el que fue tratada por los británicos, entre otros, en el siglo XIX. Y ahora se siente justificada a adquirir todo el poder que posiblemente pueda obtener en el futuro. El presidente Xi Jinping cree en la doctrina de Mao. Y aunque, por supuesto, necesita mantener la superioridad comercial y económica, todavía cree en el concepto de supremacía, y está trabajando en esa dirección. Por ahora es cautelosa, pero está perfectamente preparada para tener una guerra limitada, en pequeña escala, que podría convertirse en una guerra ilimitada. Lo que encuentro particularmente preocupante es el modo en que China está desarrollando armas automáticas, sistemas de ataque con inteligencia artificial, donde no es necesaria la manipulación humana. Esto es algo que las democracias no pueden hacer, y esto es, en realidad, la ventaja, por así llamarla, de las dictaduras. Normalmente en el pasado, en la guerra, las democracias siempre tenían una ventaja sobre las dictaduras, porque su flexibilidad de pensamiento generalmente mejoraba su sistemas de armas. Pero ahora estamos en una época en la que las dictaduras, por su total inhumanidad para atacar humanos con armas manipuladas por IA, logran su ventaja sobre las democracias.

—Publicó en el diario El País un artículo titulado “Napoleón y la teoría del gran hombre de la historia”, donde explica cómo logró Napoleón continuar su conquista a pesar de que no era un líder popular entre su ejército hacia el final de su imperio. ¿Esto también ocurre con Putin?

—Bueno, para hablar de Putin hay que destacar sus fuerzas y debilidades. Su gran debilidad es que el Ejército ruso trata tan mal a sus propias tropas como a los enemigos. En los años 90, cuando estaba realizando una investigación en Rusia, había 5000 suicidios anuales entre los conscriptos, entre los jóvenes que hacían servicio militar, por el trauma que les quedaba a causa de la humillación que sufrían. Los oficiales rusos pensaban que esto era divertido.

—Ha estudiado muchísimas guerras, ataques, estrategias. ¿Cómo evalúa lo ocurrido el 7 de octubre de 2023 cuando Hamas atacó Israel?

–Creo que fue una provocación para crear una reacción israelí. Eso es una táctica terrorista estándar para que el enemigo, como es Israel, sea tratado en términos internacionales como un terrorista. La naturaleza obscena de ese ataque con los deplorables asesinatos y violaciones no ha evitado las paradojas. Por ejemplo, mujeres en Inglaterra que serían las primeras en condenar las violaciones durante la guerra, respaldaron a Hamas. Cada uno de los bandos acusa al otro de genocidio, cuando en realidad lo que vemos es una limpieza étnica en ambos lados. No veo ninguna solución para la situación en el Medio Oriente.

—¿Cree que Milei podría desempeñar un papel importante en el contexto geopolítico?

—No. No lo creo, porque no creo que haya un conflicto en Sudamérica, excepto que los chinos lleguen a una situación que provoque una reacción de los estadounidenses. ¿Qué pensás? ¿Estás de acuerdo? No sé cómo podría reaccionar Milei.

—Voy a utilizar el argumento que usted utilizó con Trump: es muy difícil predecir la reacciones de Milei.

—De todos modos, la conducta de Milei es más predecible que la de Trump. La Argentina solía ser el país más rico del mundo y esto que le ha pasado, lo que la ha llevado a esta situación, lo ha hecho el peronismo.

—Después de la Segunda Guerra Mundial, después del Holocausto, se establecieron medidas políticas en Occidente para condenar el antisemitismo y sus provocaciones. Asistimos a nuevas conductas antisemitas, linchamientos, incluso. ¿Es solo el principio de una ola más preocupante?

—Recuerdo cuando estuve en la Argentina en 1981, antes de las Malvinas. Vi pintadas antisemitas en la calle. Me quedaba en la casa de una familia judía y les pregunté si tenían miedo y me dijeron que no, que se trataba solo de gente tonta. Y esa fue exactamente la actitud de los judíos contra Hitler en esos días de los primeros años de la década del treinta. Ellos no podían creer que el país fuera tan estúpido como para crear una dictadura, sin advertir que la dictadura se iba creando de a poco y en pequeñas dosis.

—Viajará a Bruselas a otro encuentro de ideas para discutir el futuro del mundo. ¿Es optimista?

—No, estoy aterrado por la generación de mis hijos y la de mis nietos. Creo que el mundo, con la combinación de la migración masiva debido al cambio climático y la pobreza en África y Medio Oriente, creará más de tensiones en Europa y en otros lugares. Ya hemos visto en Estados Unidos lo que está ocurriendo allí debido a la migración masiva. No encuentro muchos argumentos para ser optimista.

EL HISTORIADOR DE LAS GUERRAS

PERFIL: Antony Beevor

. Antony Beevor nació en Londres, en diciembre de 1946. Estudió en el Winchester College y en la Real Academia de Sandhurst.

. Es autor de numerosas obras sobre la Segunda Guerra Mundial, celebradas por su estilo ágil y preciso. Estos ensayos históricos, traducidos a más de treinta idiomas, han sido galardonados con varios premios y se han vendido en más de ocho millones de ejemplares

. Entre sus obras se destacan Stalingrado (2000), Berlín 1945. La caída (2002), La guerra civil española (2005), El Día D. La batalla de Normandía (2009), La Segunda Guerra Mundial (2012)y Rusia. Revolución y guerra civil 1917-1921 (Crítica).

. Es presidente de la Society of Authors, fellow de la Royal Society of Literature y de la Royal Historical Society.

. Ha recibido doctorados honoris causa y becas de cinco universidades. Entre otras distinciones, obtuvo el Premio Samuel Johnson (1999). Fue nombrado Caballero del Imperio Británico en 2017.