Las huertas, o pequeñas unidades agrícolas, desempeñaron un papel medular en la ciudad de Lima durante el virreinato. En los alrededores de lo que hoy es el Centro Histórico, abundaban plantas que llenaban de vida un territorio aún desprovisto de asfalto.
El conquistador y explorador español Pedro Cieza de León (1518-1554) documentó la existencia de terrenos dedicados al cultivo de verduras, legumbres y árboles frutales en su obra “La crónica del Perú”.
“Fuera de la ciudad, a una parte y a otra, las muchas estancias y heredamientos, donde los españoles tienen sus ganados y palomares, y muchas viñas y huertas muy frescas y deleitosas, llenas de las frutas naturales de la tierra, y de higuerales, platanares, granados, cañas dulces, melones, naranjos, limas, cidras, toronjas y las legumbres que se han traído de España (…)”, escribió.
Este texto fue escrito en 1550, apenas unos años después de la fundación de Lima. La conocida “Ciudad de los Reyes” fue establecida en 1535 por Francisco Pizarro, convirtiéndose rápidamente en el principal centro político, administrativo y comercial del Imperio español en Sudamérica. En 1542, con la creación de la Audiencia de Lima, su papel como eje del poder colonial se consolidó aún más.
Durante este período, la economía limeña se sustentaba en la minería, el comercio y la agricultura, aunque también en la explotación de la población indígena a través del sistema de encomiendas. Mientras se impartían órdenes y los indígenas eran sometidos a trabajos forzados, las huertas florecían, proporcionando plantas y alimentos para el disfrute de los colonizadores españoles.
Una de las huertas más importantes de Lima se encontraba en un sector de Barrios Altos. Sin necesidad de ser historiador ni haber estudiado a fondo el virreinato, cualquiera podría deducir que en el lugar donde hoy se erigen viviendas existió una extensa huerta. Esta conclusión resulta evidente al considerar el nombre “Huerta Perdida”.
Origen de la Huerta Perdida
La Huerta Perdida está ubicada cerca del Conjunto Habitacional Martinete, a pocos metros de las riberas del río Rímac y del cementerio El Ángel. Para llegar a su entrada principal, se toma el jirón Sebastián Lorente, cruzando primero la iglesia Santo Cristo de las Maravillas y luego el Jr. Áncash, hasta llegar finalmente a la avenida Amazonas.
Como se mencionó en párrafos anteriores, antes de la construcción de las viviendas, existía una amplia huerta cuyo origen se remonta a las primeras décadas del siglo XIX. En ese entonces, José de la Serna, último representante personal del rey en el Perú, destinó un terreno periférico para establecerla.
En un artículo publicado en el blog de la Pontificia Universidad Católica del Perú, el investigador Marco Gamarra Galindo relató lo ocurrido en el terreno destinado al cultivo de flores y plantas. “Por pedido de su esposa, (el virrey) destina un espacio de las periferias del Centro –un amplio y pacífico espacio a orillas del río Rímac- como huerta, la cual adorna de flores que autoriza traer de España”, escribió.
“Una vez en Lima, transcurrieron días y meses hasta que las plantas empezaran a crecer y a embellecer el huerto. No es de dudar que su gran atractivo y belleza atrajo mucho la atención de la ciudad -lo que también generó la envidia de los vecinos cercanos”, agregó.
Debido a que las flores eran exóticas y bellas, muchos se atrevieron a sustraerlas una por una, lo que dejó la huerta en ruinas y causó la tristeza y decepción de la pareja real. Según Gamarra Galindo, al no ver realizado su sueño, la pareja habría llamado al lugar la Huerta Perdida.
Al igual que la “Huerta Perdida”, durante el virreinato existieron numerosas huertas a lo largo de las riberas del río Rímac. Estas propiedades, en su mayoría gestionadas por familias nobles, servían no solo como caballerizas, sino también como espacios de cultivo. Los sirvientes, predominantemente mestizos, tenían la doble tarea de cuidar los caballos y ocuparse de la siembra y cosecha de los frutos, lo que convertía a estas huertas en piezas clave de la economía y el sustento de la época.
Es importante señalar que existe otra teoría sobre el origen del nombre “Huerta Perdida”, apelativo con el que se conoce a un sector de Barrios Altos.
“Clemente Ramos, un barrioaltino -cuyo testimonio se halla en el interesante libro ‘Barrios Altos: tradiciones orales’- comenta cómo el laberinto que era la huerta tanto para entrar como para salir era la característica que le había dado el nombre: “¿Sabes por qué su nombre de ‘Huerta Perdida’? Porque tú entrabas y no sabías por dónde salir, salías pa’ otro lado, pero no salías por donde habías entrado. Por eso le pusieron la ‘Huerta Perdida’, querías salir por donde has entrado y no podías”, contó el investigador.
La Huerta Perdida, un barrio considerado como ‘zona roja’
La zona denominada “Huerta Perdida” se encuentra en el distrito del Cercado de Lima, en uno de los extremos de Barrios Altos, cerca del río Rímac. La policía la clasifica como una de las “zonas rojas” de la ciudad, y gran parte de la población la identifica como uno de los sectores más peligrosos de la capital.
Diversas noticias locales señalan que la “Huerta Perdida” es una de las áreas más golpeadas por la delincuencia. A pesar de los esfuerzos por reforzar la seguridad, los índices de robos, asaltos y actos violentos continúan siendo elevados. La presencia de pandillas y el tráfico de drogas agravan la situación, consolidando su fama de ser un lugar de alta peligrosidad.
En junio de 2023, los comerciantes informales de Mesa Redonda fueron reubicados en esta zona. Sin embargo, muchos decidieron no regresar, argumentando que el área es “poco comercial” y representa un riesgo tanto para ellos como para los compradores, debido a su peligrosidad.
Por último, el investigador Marco Gamarra llevó a cabo una encuesta para medir la percepción pública sobre los barrios más inseguros de Lima. La “Huerta Perdida” encabezó la lista, reforzando su imagen como uno de los sectores con mayor inseguridad en la ciudad.