El ministro de Economía, Luis Caputo, parece cada vez más decidido a profundizar el camino que inició en diciembre pasado con el empujón del presidente Javier Milei. Con la voluntad de limpiar a la Argentina de las manchas que muestra a los ojos del mercado financiero, respondió con dureza hoy a una conversación que se había iniciado en las redes sociales con respecto al futuro de la deuda soberana local. El tema representa algo así como un cable pelado, debido al pasado oscuro que tiene el país en ese punto.
Todo comenzó con un posteo en X de Salvador Di Stéfano, un especialista en finanzas muy activo en esta red social. Difundía que, según la sociedad de Bolsa Cohen, los bonos de deuda soberana denominados GD30 -de la familia de los globales- y los muy populares AL30, emitidos bajo legislación local, eran candidatos a un canje.
En la práctica, hay muchos motivos que pueden llevar a un gobierno a hacer una operación financiera de ese estilo, aceptada por el mercado si no es compulsiva. Entre ellas, extender vencimientos y bajar las tasas de interés que paga.
De acuerdo con la explicación de Cohen que dio Di Stéfano, las razones que hacen a esos bonos interesantes desde la mirada del Ministerio de Economía para entrar en un canje son su elevada amortización semestral, del 8%, y el hecho de que representan la mitad de los vencimientos del año próximo.
“¿Será cierto”, comenzaba el posteo de Di Stéfano. Caputo le respondió con contundencia: “No lo es”. Luego, explicó por qué.
Según el ministro de Economía, el año próximo “se pagarán los cupones de amortización e interés en enero y no se saldrá al mercado, independientemente del nivel del riesgo país”. Es una respuesta contundente en el actual contexto financiero de la Argentina.
Di Stéfano suele tener contacto con el Gobierno. El mejor ejemplo es la reunión que mantuvo el 25 de octubre pasado con Javier Milei en Casa Rosada, según consta en los registros oficiales de audiencias.
Si hay una disciplina en la que el equipo económico superó las expectativas, es en el frente financiero. Las empresas que cotizan en la Bolsa porteña más que duplicaron su valor, el riesgo país se desplomó a un tercio por la suba de los bonos y el dólar blue se orientó a la baja.
El último viernes, por caso, el paralelo se vendió a $1135. Ya van cuatro meses consecutivos de caídas nominales y esa cotización subió en el año apenas por encima del 10%, cuando la inflación fue mucho mayor.
Caputo siguió. “Son más de 4 mil millones de dólares (sic) que inversores recibirán y probablemente querrán reinvertir en riesgo argentino, pero, como dije, no será en bonos soberanos. ¿Dónde irá esa plata entonces? Esa plata irá a financiar mayormente al sector privado y a alguna provincia. Eso se va a traducir en mayor inversión en la economía real, menores tasas de interés, crecimiento de la economía y trabajo para la gente”, cerró.
El hecho de retirarse del mercado masivo de deuda es una definición política del ministro. Sin el Estado aspirando la mayor parte de los pesos que estaban dando vueltas en la economía, los bancos volvieron a prestarle al sector privado.
Caputo no fue la única voz de su equipo que refrendó el hecho de que el Estado pagará los vencimientos del año próximo sin pedir prestado. Su secretario de Finanzas, Pablo Quirno, se sumó a la discusión y le respondió a Di Stéfano: “Todo, pero todo lo contrario”.
El equipo económico trabaja desde hace tiempo para darle señales al mercado que disipen cualquier posibilidad de incumplimiento -algo que no está en los planes de nadie, arrancando por el presidente Javier Milei- para mejorar la reputación crediticia del país.
La base de esa argumentación es el superávit fiscal. Desde el principio de la gestión, Economía y Casa Rosada muestran y hacen propaganda con el hecho de que las cuentas cierran en la Argentina. Para eso, pagaron un alto costo político, con recortes en general y, en particular, sobre sectores sensibles como los jubilados y las universidades.
En octubre último, por caso, Quirno anunció que el Gobierno había girado los fondos al Bank of New York (BoNY) para pagar los intereses de la deuda que vence en enero.
Nadie duda, a esta altura, de que Economía resolverá los pagos de la primera parte del año. Más aún: en las condiciones actuales del mercado, el país tendría más facilidad para tomar deuda. De hecho, llegaron al equipo económico en el pasado reciente interesados en financiar a la Argentina, pero los rechazaron porque el Gobierno no está dispuesto a convalidar tasas de interés todavía altas.
De todas maneras, el futuro luce desafiante. En 2025 habrá vencimientos de títulos públicos por US$11.290 millones, sin contar la cuenta con el Fondo Monetario Internacional (FMI), de otros U$S3000 millones. Los pasivos totales son, incluso, un poco más.
Pese al calendario abultado, el Gobierno tiene varias cartas para jugar. Casa Rosada se entusiasma con anunciar una formalización de las conversaciones con el FMI por un nuevo programa antes de que termine el año. Eso allanaría cualquier otra negociación con acreedores de la Argentina. Más aún si, como se espera, el organismo con sede en Washington aporta fondos adicionales que permitan acelerar la salida del cepo cambiario.