Las zonas azules son regiones del mundo donde las personas tienen una vida significativamente más larga y saludable que el promedio de los mortales. En estas regiones es normal que muchos habitantes lleguen a vivir más de 100 años. Pero, ¿cuál es la diferencia que hace que vivan más y mejor? Lo que tienen en común son ciertos hábitos saludables y el concepto de vida en comunidad.

El concepto de zonas azules fue popularizado por el investigador Dan Buettner, quien identificó cinco de estas áreas en el planeta. Okinawa, en Japón, es una de esas áreas y fue motivo de estudio de muchos investigadores interesados en descubrir el secreto de la longevidad.

Cultivar una huerta y pertenecer a una moai, una red de apoyo social o un grupo de amigos cercano, es uno de los secretos de las comunidades más longevas de Japón

La isla japonesa es famosa por su alta concentración de personas centenarias, especialmente mujeres. ¿Algunas particularidades de la región? La dieta tradicional de Okinawa es rica en verduras, tofu y pescado, con un bajo consumo de carnes rojas. Además, sus habitantes tienen fuertes lazos sociales y una mentalidad positiva hacia el envejecimiento.

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Las claves de la longevidad

Los estudios sobre las zonas azules revelaron ciertos factores comunes que podrían estar contribuyendo a la longevidad: la dieta saludable, el ejercicio regular, un fuerte sentido de comunidad y pertenencia y la capacidad de gestionar el estrés.

Sin embargo, algunas investigaciones sugieren que tener un ikigai (una razón de ser o un sentido en la vida) es aún más importante que una dieta saludable. En la cultura japonesa, ikigai es el equilibrio entre lo que se ama, lo que el mundo necesita, lo que cada uno es bueno haciendo y lo que se puede recibir por ello (o lo que da sustento). En síntesis, es una forma de encontrar armonía entre pasiones, talentos, contribuciones y recompensas.

Distintas encuestas, relevamientos y observaciones detectaron que los ancianos okinawenses son activos, sociables, viven sin apuros, no comen hasta llenarse, sonríen, agradecen y siguen su ikigai

Ōgimi, un pueblo del distrito de Kunigami, en Okinawa, ostenta el mérito de ser la localidad del mundo con la tasa más alta de personas centenarias. Estudios realizados en Ōgimi comprobaron que el 100% de las personas de más de cien años entrevistadas cultiva una huerta y pertenece a una moai, una red de apoyo social o un grupo de amigos cercanos que se reúne regularmente para ayudarse y brindar apoyo emocional, financiero o social.

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Además de cultivar la huerta juntos, las personas que pertenecen a una moai, en Japón, se brindan apoyo emocional, financiero o social

Los miembros del moai se consideran como una especie de “familia elegida” y hay un sentido de pertenencia y compromiso mutuo. Aunque el propósito principal del moai es brindar apoyo, también se trata de disfrutar juntos, compartir comidas, momentos de ocio y hasta participar en actividades comunitarias, como la huerta.

El origen de los moais se remonta a tiempos difíciles, cuando los agricultores se juntaban para intercambiar información sobre las mejores formas de cultivar y para apoyarse entre ellos en momentos de malas cosechas.

Ciclos en la vida y el huerta

Las cosechas, por otra parte, conectan a las personas con los ciclos, ritmos y energía del cambio. “La naturaleza nos pone en sintonía con nuestra propia naturaleza, nuestros propios ritmos naturales, nuestra energía en equilibrio, una mayor vitalidad y todos los sentidos más despiertos”, señala la psicóloga y escritora Rosa Goldenberg (@saberesquehacenbien).

Las cosechas, por otra parte, conectan a las personas con los ciclos, ritmos y energía del cambio

“Cuando cuidamos una huerta aprendemos cuándo sembrar y cuándo cosechar. Aprendemos cuándo empezar, cómo seguir y cuándo terminar. Aprendemos sobre las cualidades del esfuerzo, de la paciencia, la atención. Aprendemos sobre todo del cuidado de cada ciclo: no es lo mismo el inicio de un ciclo, que lo que necesita el medio y lo que necesita el final de un ciclo”, apunta Goldenberg.

Los expertos coinciden en la importancia de pasar tiempo al aire libre, incluso en épocas frías. Notar los cambios en los paisajes, las plantas y los árboles fomenta una conexión con los ritmos del mundo natural.

Sintonizarnos con los ciclos también puede fomentar la autocompasión. Reconocer que nuestros cuerpos y mentes fluyen y refluyen con los ciclos de la naturaleza permite una mayor amabilidad hacia nosotros mismos. Sólo habrá que prestar atención.