Dino de Laurentiis, un productor italiano enormemente exitoso, había comprobado con sus films Barbarella y Diabolik las jugosas posibilidades comerciales que tenían las adaptaciones de historietas, en sus planes, estaba llevar al cine otro cómic. Así llegó a su mente el recuerdo de Flash Gordon, una historieta muy popular de los años treinta creada por Alex Raymond, sobre un hombre que viaja al planeta Mongo para convertirse en el líder de una rebelión contra el tirano Ming. Flash Gordon había tenido unos seriales en el cine, pero el despliegue audiovisual era muy pobre, teniendo en cuenta la verdadera épica de este personaje en las viñetas.
El prolífico productor compró los derechos de la historieta y, a comienzos de los setenta, un joven George Lucas se le acercó con la intención de llevar adelante la película, pero él no confió en el talento de ese casi desconocido realizador. De esa forma, el proyecto quedó en pausa, irónicamente, hasta finales de la década en que el propio Lucas dirigió La Guerra de las galaxias y revitalizó a la ciencia ficción en Hollywood. Entonces, De Laurentiis puso nuevamente en camino su propio largometraje, con la intención de aprovechar el renovado interés en el género.
El productor italiano quería tentar a dos nombres muy importantes del cine para ponerlos al frente de Flash Gordon: Federico Fellini y Sergio Leone. Pero ambos terminaron por alejarse del proyecto, debido a que no les interesaba el material. Leone consideraba que el tratamiento no era fiel a la historieta, mientras que Fellini estaba más interesado en sus títulos propios.
Mientras seguía en busca de del realizador, Dino le encargó el guion del largometraje a Lorenzo Semple Jr., responsable de la escritura de varios episodios de la serie de Batman con Adam West, aunque en esa elección se asomó una de las futuras polémicas. “Dino quería hacer una película humorística, pero yo creía que ese era un terrible error. De golpe nos encontramos dándole mil vueltas al guion, intentando decidir si debía ser gracioso o realista, y con la cantidad de plata que había en juego, esa interna fue una catástrofe”, explicó el guionista años más tarde. “Como estaba basada en una historieta, Dino pensaba que la película tenía que ser graciosa, pero Flash Gordon jamás fue un cómic de humor. Y así es que todo el film pronto salió de control”.
Escrituras, reescrituras y un actor desconocido
Con el guion terminado, De Laurentiis contrató a Frank Herbert, el autor de Dune, para hacerle algunos retoques. Mientras tanto, las fuerzas estaban puestas en armar el casting: el productor tuvo varias reuniones con Kurt Russell para que interpretara al héroe del título, pero él se negó porque considero que el personaje no tenía ningún tipo de espesor. Arnold Schwarzenegger (con el que De Laurentiis ya había trabajado en la superlativa Conan el bárbaro) también estuvo entre las opciones, pero debido a su todavía marcado acento australiano, terminó por ser descartado.
Sin ningún Flash Gordon en el horizonte, la solución llegó de una manera absolutamente insólita: la madre de Dino de Laurentiis vio en el programa televisivo de citas The Dating Game a un joven llamado Sam J. Jones, y le pareció tan atractivo que le aconsejó al productor que lo llamara para una prueba de casting. Pocos meses después, y luego de varias entrevistas y pruebas de guion, ese casi inexperto actor -que había tenido un breve rol en la película La chica 10, luego de trabajar como modelo y posar para la revista Playgirl- era confirmado para darle vida a Flash Gordon.
El elenco del film lo completaron el prestigioso Max Von Sydow en el rol de Ming, Melody Anderson como Dale Arden, Timothy Dalton como el príncipe Barin, Brian Blessed como Vultan, y Ornella Mutti en la piel de la princesa Aura (un papel que le habían ofrecido originalmente a Debbie Harry).
Otro aspecto importante del largometraje fue la música. Aunque De Laurentiis quería a Pink Floyd (una idea que pronto abandonó), un miembro del equipo le propuso encargarle el tema principal a Queen. El manager de la banda se mostró muy entusiasmado, pero su sorpresa fue mayor cuando el productor, que no conocía a Queen, le dijo: “¿Quiénes son los reina?”. Como es sabido, el grupo luego produjo una canción muy popular, aunque en las tareas pendientes quedó un cameo de Freddie Mercury en el film, que no se llegó a concretar.
Cuando De Laurentiis confirmó a Mike Hodges al frente del rodaje, los problemas no tardaron en surgir. El realizador se encontró con un proyecto sin un norte claro, que oscilaba entre el humor, la acción e inesperadas cuotas de sexualidad (un ingrediente que, en comparación, La guerra de las galaxias ni se atrevía a sugerir). Entonces el trabajo de Hodges consistió en darle cohesión a elementos disímiles, en el marco de una aventura que sin lugar a dudas era fascinante. Poco tiempo después, Hodges se refirió a Flash Gordon como “la única película improvisada cuyo presupuesto estuvo en los 27 millones de dólares”. A pesar de esos problemas, ningún conflicto fue más grave que los constantes roces entre De Laurentiis y la principal estrella, el actor Sam J. Jones.
Duelo de titanes
Actor y productor no congeniaron jamás. Aunque Jones era virtualmente un desconocido y con Flash Gordon tenía la oportunidad de su vida, su naturaleza lo llevó a chocar una y mil veces contra Dino de Laurentiis, un hombre asociado a la necesidad por controlar hasta el más insignificante de los detalles de sus rodajes. Para colmo, al inicio de la filmación, el intérprete protagonizó una pelea en un bar y recibió un fuerte golpe en el rostro. De urgencia debió ser sometido a una cirugía, y el propio De Laurentiis se metió en el quirófano, exigiéndole a los cirujanos que no le dejaran ninguna cicatriz en su cara.
Cuando el rodaje llegó a su conclusión y el director convocó a Jones para hacer algunas tomas nuevas, el actor pidió más dinero, asegurando que no le habían pagado lo suficiente. En ese momento, De Laurentiis le puso un punto final a esa relación profesional, utilizó un doble para las escenas pendientes, y convocó a un actor de doblaje para que grabara la voz de Jones en numerosas escenas.
Debut y despedida
Flash Gordon se estrenó en los cines de Estados Unidos en diciembre de 1980, pero estuvo muy lejos de ser el éxito que el productor pretendía. En materia de taquilla, la película funcionó lo justo y necesario. La ausencia de Sam J. Jones en las campañas de prensa (debido a su distanciamiento con De Laurentiis) no fue buena para el film, y el público no encontró en este título un aroma similar a La guerra de las galaxias (aunque en varios aspectos, era mucho más atractiva). Por ese motivo, los planes para una segunda y tercera parte fueron rápidamente descartados.
Como sucede con muchos de esos proyectos casi malditos, el posterior lanzamiento al mercado del VHS le dio una impensada popularidad al film, principalmente para una generación de niños que la vieron de casualidad y se entusiasmaron ante la mítica impronta de Flash Gordon, un héroe que mereció otro destino cinematográfico.