Donde no hay nada, él crea vida. Territorio, paisajismo, urbanismo, calles, casas y departamentos, familias viviendo, colegios, centros comerciales, espacios deportivos, reserva ecológica, arte. No había nada en la tierra de Tigre donde en 1992 se aprobó el proyecto de Nordelta y en 1999 se lanzó el primer barrio. Ya son 21 barrios y 45.000 habitantes. Y no había nada en el fondo de Escobar cuando en 2010 se empezó a gestar Puertos. Hoy hay 11 barrios, un sector de media densidad y 3600 habitantes. Y como si fuera poco, un Malba.
El sábado 21 de septiembre, Eduardo Costantini cumplió el sueño de inaugurar Malba Puertos, la nueva sede del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires que está en Palermo desde hace 23 años y que, este año, se expandió 45 kilómetros al norte de la ciudad, en Escobar.
Puertos es una ciudad con tres conceptos muy arraigados desde sus inicios: naturaleza, sustentabilidad y arte. En rotondas y espacios públicos hay esculturas; una reserva natural que se conservó y está abierta al público y pautas claras para la construcción sustentable.
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“Soy de la idea de expresarse a través del arte, no a través de la cultura del arte, y no había mejor manera que poner obras para que Puertos se identificara a través del arte y ese fue el primer statement”, dice Costantini sobre la innovación de colocar obras de arte dentro del proyecto desarrollado en 1400 hectareas . “Luego, Teresa Bulgheroni, la presidenta de Malba, me pidió crear una reserva técnica porque se había quedado sin espacio para guardar obras en el museo. Y ahí surgió la idea de llevarlas a Puertos porque es una ciudad más joven que Nordelta y está en su ADN la presencia de arte en sus calles”, cuenta sobre el germen de este proyecto. “Entonces, decidimos hacer la reserva Malba Puertos pero teniendo semejante acervo de obras en un lugar, por qué no compartirlas, hacer salas de exhibiciones temporarias. Pensamos que tenía que haber baños, una tienda y una cafetería y el proyecto así empezó a crecer y tomó más forma aún cuando en la Bienal de Venecia tuvimos la oportunidad de comprar la familia completa de la obra del reconocido artista tucumano Gabriel Chaile. Y bueno, hagamos un museo. Y empezamos a hablar con Juan Herreros [arquitecto español que estuvo a cargo de la remodelación de Malba en Palermo en 2017] que nos dio una gran solución en el layout de este nuevo Malba”, relata Costantini sobre cómo en tiempo récord donde no había nada, en un inmenso terreno que daba al agua, ahora hay un museo de arte en Escobar.
“Han trabajado cientos de personas: el personal de Puertos y de Malba, arquitectos, artistas y diseñadores que exponen, la empresa constructora, los desarrolladores que van a hacer sus edificios muy próximos a este espacio y que han colaborado financieramente con el proyecto”, cuenta el empresario parado en la gran explanada al aire libre del museo, donde a los costados se leen los carteles de la desarrolladora CMNV que anuncian residencias de dos, tres y cuatro ambientes con locales comerciales. Un anticipo de la movida que promete esa área del emprendimiento.
“Buscamos ser un museo de destino. No es como el Malba de Palermo que está ubicado en un lugar central de la ciudad y con una colección permanente que raja la tierra. Aquí vamos a crear comunidad, actividades, visitas de niños, hacer cruces con diferentes disciplinas como la música y la literatura, hay que tener performances, un poco más de arte popular”, define Costantini sobre el propósito de esta nueva institución cuya entrada es gratuita y financiada por Consultatio, la desarrolladora de Puertos que realizó una inversión de más de US$7 millones en la construcción que, sumando el valor de la tierra, supera holgadamente los US$10 millones.
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El desafío de la luz, el viento y la transparencia
En el año 2017, el arquitecto español Juan Herreros, con su estudio en Madrid, estuvo a cargo de la remodelación de la planta baja de Malba. Cuando Costantini comenzó a fantasear con crear otro Malba en Puertos volvió a elegirlo. Diseñado por el estudio Herreros -con el apoyo de Torrado Arquitectos, Bulla en el paisajismo y FloraEstudio en el diseño del mobiliario- estos 5500 m² se crearon partir de un gran techo de cúpulas translúcidas de 1200 m², apoyado sobre tres pabellones que contienen: una sala de exposiciones con recepción, biblioteca, tienda de diseño y servicios (500 m²), una reserva técnica que funciona como depósito de obras de arte a la vista del público, una sala pedagógica para actividades y un café (500 m²) y un pabellón totalmente acristalado de 200 m² que exhibirá en forma permanente las cinco esculturas del tucumano Gabriel Chaile. Los pabellones generan una gran plaza abierta y techada que se continúa sobre un espacio al aire libre que da al agua y a una playa. Y finalmente (o inicialmente porque por ahí se puede entrar y salir del museo) hay a un corredor natural (3200 m²) que es el primer bosque de alisos del país que contiene tres plataformas de exhibición al aire libre.
En un mano a mano con LA NACION Herreros cuenta el proceso de hacer un “no museo” con el desafío de que rompa con todo lo establecido en cuanto a la arquitectura y la apertura hacia una nueva manera de dialogar con el arte que se expone.
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-¿Cómo se piensa un museo de arte en un entorno tan agreste y a 45 km de la Ciudad?
-Cuando te planteas hacer un museo en un sitio como este, lo más difícil es que sabes desde el principio que no puede ser el museo que has visto, el museo que ya has diseñado 10 veces y que has construido. Entonces pensé que no podía tener fachadas porque no estamos en un lote de la ciudad ni entre medianeras, no hay calles alrededor; no puede tener jerarquía porque no es un edificio que se conoce a través del ritual de la visita o del recorrido; no puede tener obviedades de un museo tradicional como una entrada principal o un vestíbulo.
Y de ahí viene la inspiración. Un poco de hacer algo que se posa suavemente sobre el suelo, es como expandirse por muchos sitios para establecer conexiones con todo lo que le rodea y al mismo tiempo trata de atraer a todas las fuerzas, personas y fenómenos que haya alrededor. A mí me gusta definirlo más como un sitio que como un edificio, y un espacio y no como un museo porque no es un museo que se visita, sino un museo en el que se está. Creamos un sitio para estar y posiblemente tenga en las personas que lo visiten una relación tiempo/superficie muy superior a la de cualquier museo del mundo porque aquí puedes pasarte una tarde entera y venir a la semana siguiente y siempre habrá algo nuevo que hacer: una nueva pieza del archivo que se comparte para mostrarla, una película para ver en el aula, un evento en el gran patio.
Así es como buscamos hacer una arquitectura que es muy simple, la simplicidad como esencia, es muy rítmica, muy cristalográfica, muy de la naturaleza, de los minerales, en un lugar que tiene básicamente agua y una vegetación no muy exuberante. Mantener un diálogo entre lo natural y lo artificial porque la arquitectura es artificial, aunque al ser insertada en una condición totalmente natural, se puede convertir en natural cuando puede canalizar otras energías.
-¿Cuál fue un momento clave del proceso de creación?
-Pensamos en el estudio una propuesta sin límites, en hacer algo poroso, algo disuelto en el paisaje Y apareció el techo y aparecieron los tres volúmenes y surgió esta arquitectura. El momento del techo en el proyecto fue importantísimo, fue cuando le damos como la vuelta al museo y proponemos que el vestíbulo va a ser al aire libre, cubierto por una superficie y nada más porque es un lugar en el que se puede hacer una exposición pero también un mercado de frutas, una actividad con niños o una rave de música electrónica. Es ahí cuando también vemos que hay muchos formatos que no son solo el arte bidimensional y que hay muchos grupos de personas, edades, generaciones locales, la gente de Escobar, la gente de los barrios, y todo eso se condensa aquí. Pero no es un edificio, es un espacio, un enclave de la persona con el arte, con la naturaleza de afuera, con otras personas. Definitivamente este lugar es como un instrumento de sensibilización. Y permite el acceso para aquellas personas que viven alejadas de la ciudad, que no suelen ir a un museo con obras de esta magnitud, con entrada gratuita, para acceder al disfrute y al aprendizaje. Esa idea es súper hermosa.
-El proceso ha sido, entonces, pensar en todo lo que no es ni debe ser para llegar a lo que sí tiene que ser.
– Literalmente yo me senté con mi socio Jens Richter y nuestro equipo y pensamos en que Malba Puertos no es un museo y no es un edificio, eso lo teníamos claro. Pero todo el mundo tiene que ver un museo y tienen que ver un edificio. Tienen que llegar y reconocer un museo como tal.
-¿Cómo fue el inicio del proyecto y tu reconocimiento del territorio?
-Cuando terminaba la pandemia me encuentro con Eduardo en Madrid y me cuenta que tiene la idea de hacer una reserva de arte en esta urbanización, surge la idea de enriquecerla con la sala de exposiciones y una cafetería y entonces yo primero veo una información gráfica y fotográfica del lugar y luego viajo para hacer un recorrido muy grande por mi cuenta, para entender sobre todo la geografía, la huella de la actividad humana en este territorio. El edificio final tiene muchos guiños en esta cuestión de filtrar la luz con los lucernarios translúcidos en el techo, o el viento, que es un integrante muy importante de este escenario. También la elección de los colores: elegimos un color extraño que es como una especie de fusión entre el azul del agua y el verde de la vegetación.
-¿Y cómo fue la elección de los materiales?
-Volvemos a la idea de simplicidad y también de repetición; prácticamente tenemos tres materiales y dos medidas y con eso se puede hacer todo y responder todas las preguntas. Hay tres árboles que se mantuvieron y respetaron que parece que están sujetando el proyecto y luego hay dos columnas metálicas. Y otro material importante con el que trabajamos fue el vacío que nos presentaba este entorno.
Es un proyecto muy experimental, no solo por plantear un museo que es una institución con una tradición como Malba sino también por la apertura a ciertas novedades. No puedo estar más conforme y satisfecho porque decir: “Vamos a hacer una reserva de arte visitable” o “vamos a hacer una sala de exposiciones transparente”, era como tener 99% de chances de recibir un no. Aquí hay riesgos, en cierto modo son apuestas por un futuro de un arte muy democrático, de acceso para los niños, de nuevos formatos, una disolución de los límites de la arquitectura, pero también de las disciplinas. Yo creo que la manera en la que se ha desarrollado ha sido para mí casi milagrosa.
-¿Cuál sería tu descripción sobre el espacio que creaste?
Resalto tres partes: el bosque es como un negativo de la construcción, un espacio ocupado por árboles impenetrables y lo que está ocupado por un edificio de un lado, está vacío y con salas al aire libre del otro. Es una invención ambiciosa y con muchísimo futuro que tiene que ver también con la apertura y con la democratización del arte. En segundo lugar, la reserva técnica que tiene el valor de acoger una idea que las grandes instituciones del mundo están ahora pregonando acerca de la apertura de sus archivos y de sus fondos. Esos lugares mágicos, que eran invisibles e inaccesibles. Y por último, la sala de exposiciones que renuncia a lo mejor a la oscuridad típica de los museos, este es un museo transparente aunque haya que negociar con esa luz natural.
Quiero pensar que lo que está ocurriendo aquí -que parece inocente- es muy novedoso y también demuestra que las cosas pueden ser muy valiosas siendo pequeñas, y que la puede construir cualquier ciudad porque este no es un despliegue extraordinario. Malba Puertos es una institución que se aleja del centro de la ciudad, de los centros de gravedad del arte contemporáneo para conquistar otras audiencias, que le da espacio a otros formatos, un enclave cultural educativo. El museo no es solo lo construido, es todo lo que lo rodea, el museo empieza donde está la escultura más alejada de este punto porque la construcción es el centro de gravedad pero hay arte en todo Puertos.
La conquista del espacio público y una construcción en tiempo récord
Consultatio, también fundada por Eduardo Costantini, es la desarrolladora especializada en proyectos inmobiliarios y creadora de Nordelta (Tigre); Puertos (Escobar); Torre Oro, Huergo 475, Grand Bourg y Quartier Ocampo (CABA); la serie Oceana (Puerto Madero, Nordelta y Miami); Las Garzas (Rocha, Uruguay) y las torres corporativas Alem Plaza, Catalinas Norte y Catalinas Plaza (Microcentro). Sobre la llegada de Malba a Puertos, Gonzalo de la Serna, su CEO, considera que “la propuesta de arte del Circuito Urbano en el espacio público, con más de 23 obras de artistas argentinos, se potencia enormemente con la llegada del nuevo museo. La presencia de un museo de calidad internacional ubicado en el espacio público y con entrada libre y gratuita se erige como un elemento constitutivo de la identidad de Puertos y representa una propuesta diferencial desde múltiples aristas, inclusive la del real estate”.
La pregunta que se impone es si la llegada del museo revalorizará la tierra y las casas, a lo que De la Serna considera que “esperamos que sí, pero no es esa la causa de este proyecto sino eventualmente una consecuencia. Es muy probable que la interacción entre la gente, los artistas y sus obras convoque y cautive a familias para ser parte de este entorno y decidir vivir o invertir en Puertos. La valorización la produce la propuesta y su contenido. Esto ha ocurrido en muchos lugares del mundo en los que la presencia de un programa cultural y un espacio público de calidad han contribuido a valorizar el entorno en el que se emplazan. La llegada de Malba tiene más que ver con una mirada federal, inclusiva e interactiva en su propuesta que, al acercase geográficamente a nuevas audiencias, nuevos públicos, el museo se vuelve más accesible y potente a la vez y ese aspecto conecta con la idea de proximidad como un aspecto deseable para fomentar la interacción”. Actualmente los valores en los últimos dos barrios lanzados son de US$99.226 para lotes internos de 602 m² en Nativas y de US$674.724 para terrenos de 1539 m² en Orillas con ubicación al agua.
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Santiago Tarasido es CEO de Criba, la empresa que construyó el museo en tiempo récord para una obra de estas características ya que se hizo en solo 10 meses, profundiza en el desafío que significó la obra: “Es un proyecto singular en donde la interacción fluida fue clave tanto con el propietario como con los técnicos, ingenieros estructurales, especialistas en sostenibilidad, asesores de instalaciones, arquitectos locales e internacionales, proveedores, la comunidad de Puertos, autoridades del museo, donantes, curadores, y hasta los propios artistas”, relata el ejecutivo .
Desde lo constructivo, los pabellones se hicieron en acero, vidrio y paneles de hormigón buscando la máxima ligereza compatible con la protección de las obras. Uno de los retos fue resolver una estructura de acero capaz de cubrir grandes luces libres. En este caso, las vigas jugaron un papel central al conectar de manera eficiente los pabellones a través del espacio semicubierto, aportando tanto funcionalidad como estética al conjunto.
La cubierta modular, símbolo del museo, fue realizada en PRFV (Poliéster Reforzado con Fibra de Vidrio) utilizado en general para cascos de embarcaciones. “La desarrollamos a partir de matrices específicas para este proyecto”, aclara Tarasido, el hombre que maneja la compañía con más de 70 años de historia enfocada en grandes obras de arquitectura en la región, como el Alvear Tower -la torre más alta de Argentina-, el Edificio YPF de César Pelli o el megaproyecto inmobiliario de Cipriani en Punta del Este.
Para las cúpulas del techo se eligió material acrílico. “Resultó fundamental para lograr el efecto buscado por el estudio de arquitectura: que no proyecten sombra y al mismo tiempo sean permeables al cielo”, describe el CEO de Criba y se refiere a las carpinterías de toda la envolvente. “Fueron necesarios vidrios con especificaciones técnicas particulares para el resguardo de las obras de arte, y el proveedor fabricó dimensiones tamaño jumbo con insumos nacionales cuando por lo general son importados”, aclara Tarasido y plantea otro de los retos que prueban que se trata de una obra emblemática.
“Es una obra única que, sin dudas, será un hito para la cultura y el arte de la provincia de Buenos Aires, que nos invita a habitar un museo de una forma diferente en un entorno natural como el que caracteriza a Puertos”, finaliza.