A Chi Ossé le gusta decir que antes de la pandemia y la política trabajaba en la noche. Era 2020, tenía 23 años y ganas de pasarlo bien, vivía con su madre en Brooklyn y organizaba fiestas en Nueva York para ganarse la vida. El coronavirus apagó la música, mandó a Ossé al paro y lo encerró en casa. Y entonces, cuando todo Estados Unidos gastaba los días colgado de una pantalla, Derek Chauvin, un policía blanco de Mineápolis, asfixió a George Floyd, un ciudadano negro, delante de la cámara de un móvil. Las imágenes llegaron a todas las esquinas del mundo, la nación se incendió. “Obviamente, como persona negra en este país no era la primera vez que veía algo así, pero al estar en cuarentena era difícil apartar la vista. Era como la tormenta perfecta, aunque no había nada perfecto en ese momento. Decidí salir a la calle. Sentía que no tenía nada que perder”, cuenta Ossé —degradado en el pelo, aros en las orejas, bigote fino en la cara afeitada a navaja de barbero— cuatro años después, en una mañana de octubre bajo el sol de Brooklyn.

Era 29 de mayo. Miles de personas, como Ossé, se echaron a las calles. Las manifestaciones eran masivas, la represión policial desmesurada. “Fui a una protesta para documentarla sobre el terreno. Lo que retrataban la CNN o Fox News era una historia diferente a lo que yo estaba viendo. Era una protesta pacífica contra la brutalidad policial, y la policía reaccionó con brutalidad. Vi cómo detenían a gente por todos lados, cómo prendían fuego a los coches, cómo nos rociaban con espray de pimienta”. Ossé grababa y luego lo difundía en Instagram. Aunque no tenía mucha presencia en redes todavía, cada vez más personas lo buscaban para informarse. Tras dos semanas de disturbios, de sentir que sus representantes no estaban a la altura de aquel punto y aparte, Ossé decidió presentarse a las elecciones de su distrito por el Partido Demócrata. En 2021, contra todo pronóstico, ganó. Tenía 24 años y se había convertido en el councilman más joven de la historia de Nueva York.

La traducción más cercana a councilman es concejal. En Nueva York, cada councilman representa un distrito de la ciudad. Ossé fue elegido por Bedford-Stuyvesant y Crown Heights, su barrio natal. Nadie esperaba su victoria: era demasiado joven, un desconocido para el electorado y no tenía los apoyos políticos necesarios. Ni él se lo creía demasiado. Un cántico de aquellos días se extendió hasta convertirse en un lema que resonó por todo el país: “Defund the police” (desfinanciar a la policía). “Nueva York tiene un presupuesto de más de 110.000 millones de dólares, de los cuales 11.000 millones se destinan a la policía [el presupuesto oficial es de 5800 millones, que se eleva hasta los 11.000 con otros gastos como pensiones]. Nosotros presionamos para que esos fondos se invirtieran en educación, sanidad, parques, infraestructuras y salud mental. Cuando vi que el concejal de mi distrito no hacía lo que pedíamos, decidí presentarme yo mismo a las elecciones”.

“Una terrible crisis de vivienda”

Ossé está en Atlantic Ave, la calle que hace de frontera entre Crown Heights y Bed-Stuy. Dos barrios emblemáticos para la comunidad afroamericana de Brooklyn. El tren corre al aire libre sobre unas vías de acero elevadas sobre la carretera, debajo circulan los coches. Las aceras son estrechas y la zona está plagada de almacenes abandonados, naves industriales, descampados. Ossé pretende revitalizar la zona. Por el momento, en uno de esos terrenos estériles que ahora funciona como aparcamiento, construirá casas. “Nueva York está atravesando una terrible crisis de vivienda”, explica. El porcentaje de residencias vacantes en la ciudad es del 1,4% del total, el número más bajo desde 1968, de acuerdo con datos oficiales.

El derecho a una vivienda digna y accesible es la nueva bandera de Ossé, que ya ha cumplido los 26, en la política institucional. Nueva York es una de las ciudades más caras del mundo y encontrar casa es una misión casi imposible. Su gran propuesta, la que quiere que sea su primer gran legado político, es una ley que redistribuye el broker fee: una comisión que los inquilinos de la ciudad se ven obligados a pagar a un agente inmobiliario cuando se mudan a una nueva residencia. Suele ser de entre el 10% y el 15% del alquiler anual y hay que abonarla incluso cuando hayas encontrado el apartamento sin ayuda de intermediarios. En una ciudad en la que el precio medio mensual de un piso de una habitación es de 3.900 dólares, el broker fee es un mordisco al bolsillo importante.

La ley ha sido aprobada por el Consejo Municipal este miércoles por 42 votos contra 8 tras meses de negociaciones. Obligará a que la persona que contrate al agente inmobiliario —el dueño de la propiedad en la mayoría de los casos— asuma la comisión. Ahora, es el turno del alcalde, Eric Adams, de firmarla, pero a pesar de compartir partido, Ossé y él son rivales políticos. El concejal de Brooklyn ha criticado públicamente la gestión de Adams, un expolicía imputado este septiembre por un caso de corrupción. Si el exagente la veta, vuelve al Consejo, que puede pasarla con una mayoría de 2/3. Si Adams no hace nada con ella, se aprueba automáticamente a los 30 días. El lobby del mercado inmobiliario tiene tanto poder en Estados Unidos que esa es la mejor opción a la que pueden optar por el momento: abolir el broker fee es políticamente inalcanzable.

Chi Ossé en un terreno en Atlantic Ave donde planea construir viviendas sociales

Brooklyn y las redes sociales

Ossé tiene una de esas biografías con pedigrí callejero que gustan en Brooklyn. Su abuelo, Teddy Vann, fue un respetado productor musical que creció en el barrio, ganó un Grammy y trabajó con Luther Vandross, Sam Cooke o Bob Dylan. Su padre, Reginald Ossé, fallecido en 2017, fue un rostro emblemático de la escena hip-hop como comunicador y abogado de artistas conocido como Combat Jack. Su madre, Akim Vann, tiene una pastelería en Prospect Heights. Una familia con legado en estas calles. “Somos cuatro generaciones de brooklynites”, dice orgulloso.

La ruta sigue a través de Bed-Stuy, uno de esos barrios con sus tradicionales brownstones de escaleras que trepan hasta la puerta en las que a los neoyorquinos les gusta sentarse a ver la vida pasar. Históricamente afroamericano, el escenario en el que Radio Raheem se paseaba con una radio bajo el brazo con Fight the Power de Public Enemy en bucle en el clásico de Spike Lee Do the right thing (1989) sufre estos días un proceso de gentrificación que dificulta la supervivencia de los vecinos de siempre. Ha crecido la población blanca que huye de los precios imposibles de Manhattan y el Brooklyn más hipster.

Es a sus vecinos trabajadores a los que les habla Ossé a través de una estrategia en redes sociales que se escapa de los patrones tradicionales de la comunicación política. Su Instagram parece el de un influencer más que el de un concejal. Videos cortos y dinámicos en los que habla de las noticias que cree que su electorado debe de conocer. Un ejemplo: cada año, hay una reunión pública para decidir cuánto se encarecen los alquileres en Nueva York a la que pueden acudir sus habitantes. Normalmente, van entre 10 y 20 personas, “y la mitad son propietarios que quieren subir los precios”. “El año pasado, pretendían aumentarlos entre un 8% y un 16% para los contratos de uno o dos años, lo que habría sido devastador para muchos neoyorquinos. Conseguimos que más de 1.000 personas se presentaran a la audiencia a través de un video que se hizo viral en las redes sociales, diciéndoles que usen su voz. Al final de esa votación, el aumento del alquiler en los contratos de uno a dos años fue de entre el 1% y el 2% en vez de entre el 8% y el 16%”.

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Dice Ossé que la mitad del trabajo de un representante público es aprobar leyes y medidas que mejoren la vida de sus vecinos. La otra mitad es informar. “Ahí es donde creo que el Gobierno está fallando. Puedes aprobar 100 leyes, pero si la gente no sabe solicitar esos recursos o ni siquiera sabe que existen, ¿para qué sirve ese trabajo? Las redes sociales me han permitido mostrar mi visión y mi trabajo, proporcionarles la ayuda que necesitan. Muchos ni siquiera saben lo que es un councilman. Esa presencia en redes les ha permitido llegar a nuestra oficina, saber quiénes somos, qué programas ofrecemos. Ha sido una herramienta para hacer correr la voz”. Ya hay ciudadanos llamando a sus representantes electos por toda la ciudad, exigiéndoles votar a favor de la ley que redistribuye el broker fee.

En estos tres años en el Gobierno ha aprendido que la política puede ser cruel y que las instituciones no siempre buscan el bien común. “Voté en contra de dos presupuestos que aumentaban la financiación de la policía. Y por eso, recibí menos dinero para mi distrito. Era el presidente del Comité de Asuntos Culturales de la ciudad y me quitaron el cargo también. Fue un duro despertar. Las implicaciones y ramificaciones políticas tienen lugar cuando defiendes aquello en lo que crees”. Aun así logró que se aprobara una legislación para que hubiera medicamentos contra sobredosis en bares y clubes nocturnos: la herencia de sus años en la noche. También contra la plaga de ratas, un grave problema de salud pública en la ciudad.

Como político que se forjó en las protestas sociales del Black Lives Matter, en la izquierda de calle, a veces adaptarse a las instituciones le ha supuesto asumir contradicciones. Hay un viejo dicho que dice que cuando la izquierda llega al poder, suaviza sus principios, se ablanda. “Fui elegido a los 23 años y ahora tengo 26. He madurado un poco en cuanto a mi forma de navegar por el sistema de Gobierno, pero creo que la política es una partida de ajedrez y mi objetivo como izquierdista es mejorar cuestiones, desde la seguridad pública hasta la vivienda. Quiero conseguir victorias para mis electores y para la clase trabajadora. Creo que me he vuelto más estratégico para asegurar esas victorias y ayudar realmente a la gente. Mi estrategia ha cambiado, pero no creo que me haya ablandado en absoluto”.