El fallo condenatorio en la causa Vialidad opera, en los hechos, como el punto de largada para el plan de acción política que se trazó Cristina Kirchner desde que decidió tomar las riendas del Partido Justicialista (PJ). Esto es, ordenar a la principal fuerza de oposición, ponerla sin medias tintas en la vereda de enfrente del gobierno de Javier Milei -descartando a los peronistas que negocian en el Congreso- y encaminarse hacia las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires. Para la expresidenta, la fuga es hacia adelante y es electoral.
Por eso, según pudo saber LA NACION, Cristina Kirchner dejará en manos de sus abogados -y de algunos asesores de extrema confianza, como el ministro bonaerense, Juan Martín Mena– la estrategia para defenderse ante la Corte Suprema de Justicia llegado el caso. Pero ella focalizará su esfuerzo, en los próximos meses, en armar la oferta electoral del PJ y en atraer posibles aliados para enfrentar a los libertarios en las urnas en 2025. Como era de esperarse, la expresidenta observa un escenario de polarización, binario, en el que ella se mueve con comodidad.
Cristina Kirchner se considera una víctima de los jueces federales a los que acusa de aplicar el lawfare en su contra, pero no se la verá en público apelando a la victimización como una forma de afrontar el fallo desfavorable de la Cámara de Casación Penal. En cambio, la estrategia del kirchnerismo consiste en mostrarla arropada por el peronismo, cuya conducción tomará formalmente el 17 de noviembre, y acompañada por personas de carne y hueso que ponderan su figura política. En ese tren se la verá el próximo domingo en Santiago del Estero.
No sin vaivenes emocionales -el martes se la vio lagrimeando en el encuentro con los dirigentes de su lista Primero la Patria en la sede del gremio Smata-, la expresidenta tiene claro el rumbo y su entorno también. El senador José Mayans, uno de los que la animó a desembarcar en el PJ, dijo en ese mismo cónclave partidario: “Iniciamos el camino para recuperar el gobierno nacional”. La frase sonó grandilocuente, pero tuvo una carga de intención compartida por los presentes. Sin embargo, para Cristina el 2027 queda demasiado lejos y su próxima meta está fijada en 2025.
El escenario del “campo de batalla” elegido por la expresidenta no será el judicial, sino el electoral. Su periplo de este miércoles no pudo ser más elocuente: no se apersonó en los tribunales federales de Comodoro Py a escuchar el fallo de la Cámara de Casación y antes de recluirse en el Instituto Patria, la casa del kirchnerismo, viajó al partido bonaerense de Moreno -donde gobierna la cristinista Mariel Fernández- para un encuentro con mujeres. Casi una actividad de campaña, propia de alguien que está enviando múltiples señales de que participaría de las próximas elecciones.
Cristina Kirchner ya anticipó que el próximo encuentro partidario será en la sede nacional del PJ, ubicada en la calle Matheu 130, a pocas cuadras del Congreso, y que aspira a que a ese cónclave se sumen “los compañeros de la otra lista”, en alusión a la nómina que encabezó el gobernador riojano Ricardo Quintela con suerte esquiva en la Junta Electoral justicialista. Lo que no aclaró la expresidenta es si la invitación a los “perdedores” de la interna del PJ incluye también a quienes ella misma señaló como los “Judas” que apoyaron al riojano, en especial el gobernador bonaerense Axel Kicillof.
A juzgar por declaraciones recientes de Máximo Kirchner, quien volvió a reprocharle a Kicillof que no se pronunció a favor de su padre en la frustrada elección interna contra Quintela, pese a que ella siempre lo tuvo “entre algodones”, para el kirchnerismo todavía no está resuelto, ni mucho menos, el desafío que plantaron los axelistas a la conducción de Cristina a nivel nacional y del propio Máximo en el PJ bonaerense. La tirria es tal que no alcanzan los gestos que puedan hacer desde La Plata para congraciarse: Kicillof acaba de ratificar su apoyo a la expresidenta y dijo que la causa Vialidad es un “verdadero disparate jurídico”.
El kirchnerismo necesita otro tipo de incondicionalidad. Un ejemplo que hizo emocionar a Cristina lo dio ayer la senadora catamarqueña Lucía Corpacci. “Me enamoré de nuevo del peronismo con Néstor (Kirchner). Creo que vos vas a lograrlo, que el peronismo va a volver a enamorar”, dijo la legisladora a quien la expresidenta postuló en principio para la jefatura del PJ, aunque la idea no prosperó, lo que llevó luego a la propia Cristina a encarnar la candidatura para cortarle el paso a sus críticos. Entre ellos, Quintela y sus viejos rivales del peronismo no kirchnerista.
En Smata, Cristina hizo una breve mención al fallo inminente: “Tengo muy claro por qué me persiguen. En el peronismo estamos acostumbrados. Eso, lejos de amedrentarnos o hacernos retroceder, nos hace más fuertes”, advirtió. Luego publicó un documento en el que calificó de “copitos de Comodoro Py” a los jueces de la Casación y denunció que el “verdadero objetivo” es su “inhabilitación para desempeñar cargos públicos a perpetuidad. O sea: lisa y llanamente proscripción de por vida”. Eso es justamente lo que pretende desafiar. Por eso es que ya decidió que su defensa será electoral.