La industria perdió escala en las últimas cinco décadas, en un contexto de alta volatilidad macroeconómica. (Shutterstock)

La industria argentina atraviesa un proceso de retroceso de larga duración que se refleja con claridad en un dato central: entre 1970 y 2024, la producción industrial per cápita cayó 17,6 por ciento. El indicador resume medio siglo de transformaciones económicas, cambios en el contexto internacional y una elevada inestabilidad macroeconómica local que impactaron de forma persistente sobre el sector manufacturero. Al mismo tiempo, la industria perdió peso dentro de la economía: pasó de representar cerca del 30% del Producto Bruto Interno (PBI) a alrededor del 18%.

El diagnóstico surge de un informe de Fundar, que analiza la evolución de la industria argentina en las últimas décadas y la compara con la experiencia de otros países. A diferencia de lo ocurrido en gran parte de las economías occidentales, donde la industria perdió participación relativa dentro del PBI porque los servicios crecieron más rápido, pero continuó expandiéndose en términos absolutos, en la Argentina la industria se redujo también en tamaño. Es decir, se producen menos bienes industriales por habitante que hace cinco décadas.

El informe señala que los cambios en la organización de la producción a escala global, con un mayor protagonismo de Asia y nuevas formas de fragmentación de las cadenas productivas, coincidieron en la Argentina con un contexto macroeconómico marcado por fuertes vaivenes y políticas industriales cambiantes. “Cuando los vaivenes son tan fuertes, las empresas invierten menos; con menos inversión es más difícil modernizar plantas; y sin modernización, la competitividad industrial se deteriora”, plantea el documento.

Un proceso de desindustrialización

Según Fundar, desde los años setenta la economía argentina atraviesa un proceso de desindustrialización que se manifiesta tanto en la producción por habitante como en el peso del sector dentro del PBI. En ese período, la industria no solo perdió relevancia relativa, sino que retrocedió en términos absolutos, un fenómeno que la diferencia de lo ocurrido en otros países.

La evolución de la industria refleja períodos de crecimiento interrumpidos por crisis recurrentes

Osvaldo Giordano, economista y presidente del Ieral de la Fundación Mediterránea, explicó que la caída de la producción industrial per cápita responde a una combinación de factores macroeconómicos y de política económica. “Un contexto macroeconómico de muy alta inestabilidad, derivado de más de medio siglo de déficit fiscal crónico, genera condiciones muy adversas para toda la actividad productiva, pero especialmente para las más complejas y sofisticadas como muchas de las ramas industriales”, señaló.

Giordano agregó que otro elemento clave fue el enfoque de la política industrial. “Una política industrial basada en el aislamiento respecto al resto del mundo. La contrapartida de proteger la producción nacional con barreras arancelarias y paraarancelarias es desproteger las ramas industriales más competitivas y dinámicas, ya que implica insumos y bienes de capital más caros”, afirmó.

Desde la perspectiva del sector empresario, Daniel Rosato, presidente de Industriales Pymes Argentinos (IPA), ubicó el inicio del proceso de desindustrialización a fines de los años setenta. “A partir del período 1976-1981 comenzó la decadencia. Hubo endeudamiento externo, apertura indiscriminada de importaciones y se cerraron fábricas grandes e importantes. Muchas industrias no se volvieron a recuperar”, sostuvo.

Rosato recordó el cierre de plantas industriales y la salida de empresas del país en ese período. “Se cambió la política, no hubo una política industrial, y ahí retrocedimos. Esa fue la primera pérdida importante cuando hablamos de desindustrialización”, afirmó.

Cambios en la estructura industrial

El informe de Fundar muestra que la industria argentina también se transformó internamente. Entre 1914 y principios de los años 80, ganaron peso las ramas de mayor intensidad de capital y complejidad tecnológica, como maquinaria, vehículos, químicos y metales. Estas actividades pasaron de representar el 20% del PBI industrial en 1914 al 61% en 1984.

Sin embargo, desde entonces, ese proceso se revirtió parcialmente. Hoy, esas ramas explican el 54% del PBI industrial. En paralelo, las actividades tradicionales o de baja complejidad tecnológica, como alimentos, bebidas y tabaco, recuperaron participación: representan cerca de un tercio del producto industrial, luego de haber llegado a explicar solo el 20% en 1984.

La industria alimenticia recuperó participación en el PBI sectorial en los últimos años

Fundar vincula la pérdida de protagonismo de las ramas más sofisticadas con el modelo de desarrollo adoptado desde los años setenta, caracterizado por el abandono de la industrialización por sustitución de importaciones, la apertura comercial y la elevada inestabilidad macroeconómica. En ese contexto, solo algunos sectores lograron consolidar ventajas competitivas, como el aluminio, ciertos segmentos de la química, la siderurgia y partes de la industria automotriz.

Giordano subrayó que la volatilidad macroeconómica fue determinante. “La muy alta volatilidad cambiaria generó recurrentes cambios de incentivos para la producción de bienes industriales. Si en un momento existen condiciones competitivas y al poco tiempo cambian drásticamente, se imposibilita la planificación estratégica y la inversión en equipamiento y tecnologías que requieren un período de recupero de mediano plazo”, explicó.

Competitividad y mercado interno

Daniel Garro, economista y director de Value International Group, ofreció una interpretación diferente sobre las causas del retroceso industrial. Para Garro, el problema central fue la protección prolongada del mercado interno. “La industria argentina ha quedado reducida al mercado doméstico. Al no competir, termina vendiendo solo en el mercado interno y eso explica la caída”, sostuvo.

Según Garro, incluso con un contexto macroeconómico más estable, el resultado hubiera sido similar. “El contexto macroeconómico eleva los costos de producir, pero igual hubiera caído. Cuando se protege una industria y solo puede vender en el mercado doméstico, inexorablemente se achica”, afirmó.

El desempeño industrial refleja cambios estructurales de la economía argentina en los últimos 50 años.

Giordano, en cambio, puso el acento en el entorno general en el que operaron las empresas. “Más allá de problemas propios, el entorno fue decisivo. Las empresas se adaptan a las condiciones en las que se desenvuelven. Con ciclos recurrentes de atraso cambiario y saltos devaluatorios, y con un bajísimo desarrollo del crédito, el progreso industrial en esas condiciones es más una excepción que una regla”, indicó.

Inestabilidad, inversión y crisis recurrentes

Tanto el informe de Fundar como los economistas coinciden en señalar el impacto de la inestabilidad macroeconómica sobre la inversión. El documento remarca que la elevada volatilidad frenó el crecimiento general de la economía y golpeó especialmente a la industria, un sector que requiere inversiones de largo plazo en maquinaria, tecnología e infraestructura.

Rosato recordó que, tras la crisis de 2001-2002, la industria mostró una recuperación vinculada al cambio en los precios relativos. “La devaluación generó costos de producción muy bajos en dólares y eso permitió que las empresas empezaran a exportar. El país se recuperó rápidamente porque había un tipo de cambio competitivo”, explicó.

Sin embargo, señaló que esa situación no se sostuvo. “Cuando el dólar quedó planchado y la inflación no se pudo controlar, dejó de ser negocio exportar. Las exportaciones fueron cayendo y volvieron los problemas”, afirmó.

Giordano enumeró otros factores que afectaron a la industria en las últimas décadas: “Creación de impuestos distorsivos, inestabilidad y atraso cambiario, aislamiento internacional, falta de crédito e infraestructura, degradación de la educación, excesos de burocracia y malas regulaciones, especialmente las laborales”.

Impacto en el empleo y los salarios

La caída de la producción industrial per cápita tuvo efectos sobre el empleo. Según Giordano, la participación de la industria manufacturera en el empleo privado total pasó del 26% a mediados de los años 90 al 18% en 2025, con un descenso paulatino a lo largo de las últimas tres décadas.

La falta de previsibilidad y la inestabilidad macroeconómica aparecen entre los factores señalados por el sector (Reuters)

Aun así, el informe de Fundar destaca que la industria sigue siendo uno de los sectores más relevantes de la economía. Hoy representa el 18,1% del PBI y genera alrededor de 2,5 millones de puestos de trabajo, el 10,9% del total. Su aporte al producto es superior al de sectores como el agro, el petróleo, la minería o el turismo.

Además, se trata de un sector de alta productividad. Cada trabajador industrial produce, en promedio, más valor que en la mayoría de las demás actividades. En 2024, los salarios de los trabajadores formales industriales fueron 17% más altos que el promedio de los asalariados formales del sector privado, aunque con fuertes diferencias entre ramas.

Una tendencia evitable

Giordano sostuvo que la comparación con otros países muestra que el retroceso no era inevitable. “Si bien el contexto global es de cambio tecnológico y mayor intensidad de capital, en la Argentina operaron factores adicionales que dificultaron aún más el desarrollo de la industria manufacturera”, afirmó.

Garro coincidió en que la tendencia global afectó a la industria, pero insistió en que podría haberse atenuado con mayor competencia. “A nivel mundial, la industria pierde peso y la clasificación entre industria y servicios ya no es tan clara. Pero el encierro y la protección impidieron que la industria se transformara”, señaló.

El informe de Fundar concluye que, pese a haber perdido terreno, la industria continúa siendo un componente central de la estructura productiva argentina, tanto por su aporte al PBI como por su productividad y calidad del empleo. Al mismo tiempo, el recorrido de los últimos 50 años muestra con claridad cómo la combinación de inestabilidad macroeconómica, cambios en las políticas económicas y transformaciones globales incidió en la caída de la producción industrial per cápita, uno de los indicadores más sintéticos del desempeño del sector.