
En el corazón de San José, California, Estados Unidos, se levanta una casa cuyo misterio parece crecer con cada paso que dan sus visitantes. Desde 1884, la mansión Winchester fascinó a viajeros y expertos con su laberinto de habitaciones y detalles inusuales.
Este peculiar inmueble se convirtió en la vivienda de Sarah Winchester, heredera de una fortuna considerable, quien dedicó décadas a remodelar y ampliar su hogar por razones que aún hoy generan debate.
Rodeada de extensos jardines, la propiedad destaca por pasar inadvertida desde el exterior; sin embargo, su interior guarda numerosos elementos intrigantes. La historia señala que Sarah Winchester, heredera de una gran fortuna, ordenó la ampliación del inmueble tras sufrir varias tragedias personales.

Según precisó National Geographic, la residencia fue escenario de constantes reformas durante casi cuatro décadas, lo que originó relatos de puertas hacia el vacío, escaleras sin destino y habitaciones ocultas.
La primera planta tenía una distribución tradicional, pero el resto del edificio fue resultado de una acumulación de ideas inesperadas. La voz popular atribuyó las decisiones de Sarah Winchester a motivaciones espirituales. No existe consenso sobre el propósito exacto de la mansión, aunque los registros históricos confirman la duración de las obras y el interés de la propietaria en el diseño.
Una fortuna rodeada de misterio
Sarah Lockwood Pardee nació en 1839 y se casó con William Winchester, heredero de la Winchester Repeating Arms Company, una de las firmas de armas más reconocidas de la época.

Tras la muerte de su hija y la de su esposo, Sarah recibió una herencia aproximada de USD 20 millones y una tercera parte de la empresa. Según fuentes consultadas, padeció una profunda soledad después de estas pérdidas.
De acuerdo con diversos relatos, Sarah buscó ayuda en el espiritismo y se puso en contacto con una médium, quien supuestamente le advirtió de una maldición vinculada a las armas fabricadas por los Winchester.
La superstición sugiere que la mansión mantendría alejados a los espíritus mediante continuas reformas. Fuentes mencionaron que las instrucciones a los obreros comenzaron a volverse inusuales, incluyendo laberintos, puertas selladas y pasillos que solo conducían a muros.

El terremoto de 1906 provocó daños considerables en la edificación, lo que motivó la construcción de nuevas zonas y refuerzos. Las obras nunca se detuvieron hasta la muerte de Sarah, en 1922. La propietaria mostró fascinación por el número trece; este se repetía en cúpulas, vitrales, paredes y candelabros, en una clara muestra de patrones numéricos intencionados.
Además de su conocida afición al diseño arquitectónico, testimonios de la época describen a Sarah como una mujer reservada, elegante y entregada a la creatividad. Sus hábitos incluían largas jornadas de trabajo en el diseño de la casa y pocos contactos sociales, siempre vestida de negro y atenta a cada detalle.
La mansión se equipó con adelantos tecnológicos sorprendentes para su época. Disponía de calefacción central, duchas de agua caliente y tres ascensores, además de estancias protegidas y dispositivos de comunicación interna. Los pasillos laberínticos respondían tanto a necesidades personales —como su problema de artritis— como a motivos simbólicos.

De la leyenda a la investigación histórica
La figura de Sarah Winchester superó la frontera entre mito y realidad. En ocasiones, se la tildó de excéntrica y solitaria. Sin embargo, investigaciones posteriores, como las de la biógrafa Mary Jo Ignoffo, desmitificaron parte de los relatos al señalar la influencia de su padre, un carpintero de éxito.
Ignoffo resaltó a National Geographic que la mansión servía como un laboratorio arquitectónico donde Sarah ponía en práctica ideas extraídas de revistas especializadas.
Un artículo publicado poco antes de su muerte por el periódico San Jose Mercury and Herald ofreció un retrato diferente de la heredera. Según el texto, Sarah destacaba por su conocimiento musical, talento empresarial y filantropía, además de su interés real en la arquitectura internacional.

La comunidad local observó con asombro la sucesión de obras en la mansión, cuyos trabajadores frecuentemente elogiaban el trato recibido. En la actualidad, la mansión Winchester es Monumento Nacional en Estados Unidos y ofrece recorridos guiados.
Los visitantes tienen acceso a sus pasadizos, aunque se recomienda seguir el itinerario definido para evitar desorientarse en su compleja estructura interna.
La leyenda de los fantasmas y la figura de Sarah Winchester permanecen asociadas a la mansión. La propiedad inspiró libros, películas y reportajes. Según diversas fuentes históricas y periodísticas, la historia continúa despertando el interés de quienes buscan comprender si su construcción fue el resultado de la culpa, el arte, la superstición o una extraordinaria creatividad.