El salto a la actuación, inesperado y arrebatador, marcó un antes y un después en la vida de Joaquín Ferreira. Nadie, ni siquiera él mismo, predijo alguna vez que terminaría frente a las cámaras, mucho menos que acabaría por convertirse en una de las caras reconocidas de las producciones hispanas para plataformas internacionales. El asombro aún se percibe en sus palabras: “Te juro que no sé cómo fue. Tenía 24 años, había estudiado Bellas Artes, diseño gráfico y arquitectura, pero no encontraba algo que me encantara hacer. Hasta que sucedió”.

Ese desconcierto, la incertidumbre, acompaña cada paso que rememora. Joaquín, en diálogo con Teleshow reconoce con honestidad absoluta aquel desembarco en la actuación: “Siempre fui muy inseguro, muy tímido”, admite. Y relata esa conversación casual con un amigo, cuando trabajaba para una empresa multinacional y todo parecía ir sobre ruedas. “Por fin, Joaco, te está yendo bien”, le dijo. Pero algo dentro suyo le hacía ruido, una necesidad de probar algo diferente. “Ahí fue como que me bajó la idea de que me quería ir a México”.

La escena muta de un pequeño departamento, marcado por la ansiedad, a una sucesión de acontecimientos tan azarosos como definitivos. Una mujer, a la que nunca supo cómo llamar, apareció casi por accidente caminando por Playa del Carmen: “Una señora más grande, que no recuerdo como se llamaba, me preguntó si era actor y le dije que no, pero que me animaba a hacer un casting. Hice la prueba y quedé para un comercial en República Dominicana”, relata. La primera vez, el primer set, la primera luz encendida en su rostro con la adrenalina de lo inesperado.

Ese comentario al pasar sirvió para cambiar la línea entera de una biografía. Para Joaquín, fue todo, y fundamentalmente lo empujó a perderle miedo a la exposición, a la prueba, al error.

El regreso de Ferreira a Argentina le permitió trabajar en proyectos locales y reencontrarse con destacados actores nacionales

—¿Por qué elegiste México como destino para probar suerte?

—Porque había estado de vacaciones hacía dos años ahí. Me encantó, me la pasé increíble. Y ese día que tomé la determinación, me dije, bueno, me voy a vivir a la playa, no sé… se me ocurrió ese destino.

—¿Y tu familia cómo lo tomó?

—Mi viejo me quería matar. Mi mamá lloraba mucho. Me fui igual, aunque fue duro. Después vinieron a visitarme, pero fue difícil: me perdí la muerte de mis abuelos, el nacimiento de mi primer sobrino, la separación de mis viejos. No es fácil vivir afuera. Estuve diez años sin volver.

—¿Cómo fue empezar un nuevo escenario laboral?

—Fue muy duro al principio, muchas horas de jornada y casi sin días para descansar. Muchas veces, apenas empezás a hacer una novela allá, el productor lo primero que hace es regalarte vitaminas, porque son muy duras las jornadas, mucho trabajo y muchas escenas.

—¿Y cómo es el ambiente laboral allá comparado con Argentina?

—En México he hecho dos novelas que fueron eternas. Se trabaja mínimo doce horas al día y un día llegué a grabar cuarenta escenas. Una locura. Hay gente que le agarra ataque de pánico. Acá el sindicato está mucho más fuerte que en México.

El actor argentino Joaquín Ferreira se destacó en la serie Club de Cuervos, se estrenó en el 2015, y abarcó cuatro temporadas

—¿Lograste adaptarte a ese ritmo tan exigente?

—Fue parte del aprendizaje, pero no es fácil. Es muy demandante y hay que estar preparado, pero también, si te gusta lo que hacés, lo disfrutás, aunque sea intenso.

Los inicios artísticos y el descubrimiento de la vocación actoral

Ferreira cuenta el impacto personal de emigrar: estuvo diez años sin volver a Argentina y se perdió momentos familiares clave

Joaquín continúa con su relato fascinante que de repente muta en una posible adaptación de Easy Rider a estos tiempos. Tenía que tomar decisiones fuertes y no había mucha posibilidad de volver atrás. “Al poco tiempo de trabajar en la publicidad, me compré una moto”. Hasta aquí, nada fuera de lo normal, salvo por un simple detalle. “No sabía andar en moto, pero até mis cosas al asiento de atrás y me fui a Ciudad de México a estudiar actuación. Hice 17 días viajando, casi me mato tres veces. Fue una experiencia muy linda, pero muy peligrosa”, rememora.

—¿Con quién estudiaste?

—Hice cursos y a los tres meses se me estaba acabando la plata. Un profesor me dijo que vea si me becaban en la Universidad Azteca. Hice dos castings, quedé y no solo me becaron para estudiar, sino que me pagaban por estudiar. Tenía que ir de lunes a sábado, eran 11 horas por día.

—¿Tardaron mucho en llegar las oportunidades?

—Yo sentía profundamente que estaba para actuar, pero no me dejaban porque mi acento neutro no era tan bueno. En el último examen del año no me presenté porque quería que me dejen ir. Si me iba, tenía que pagarles una suma imposible de pagar. El decano me dijo: “Queremos que sigas, pero no te presentaste a ningún examen”. Le agradecí y me rompió el contrato, y no tuve que devolverles el dinero.

—¿Cómo llegaste a tu primer casting para Netflix?

—Al mes y medio aproximadamente de estudiar en la Universidad Azteca. Era Club de cuervos, la primera serie de habla hispana para Netflix. Fui al casting y quedé, fueron cuatro temporadas y después hicieron un spin-off de mi personaje, que se llamó Yo, Potro. Fue increíble, una maravilla y a partir de ese momento empezó a surgir más y más trabajo.

Ferreira destaca su pasión por viajar y su deseo de equilibrar la actuación, la pintura y la exploración de nuevos destinos

—¿Te imaginaste alguna vez que ibas a tener ese reconocimiento internacional?

—No, la verdad es que en México no paré de trabajar. Hice un montón de series, películas. La serie es muy reconocida en toda Latinoamérica, menos en Argentina, en Uruguay tampoco se vio, (por los contenidos de la plataforma para diferentes países) pero después pegó en todos lados.

—¿Qué sentiste cuando te reconocían fuera de Argentina?

—Fue muy loco. Hay gente que me reconoce por personajes distintos en diferentes países, pero todo fue una cadena de oportunidades a partir de la primera serie.

Regreso a la Argentina y nuevos proyectos en su tierra natal

—Cuando volviste a Argentina, ¿qué pasó?

—Yo volví a vivir a Argentina hace tres años, con la decisión firme de empezar a laburar, y empecé al toque, por suerte. Hice la última novela de Adrián Suar, Buenos chicos. Cuando se estaba terminando mi personaje, viene Suar y me dice: “No te conocía yo. Si yo sabía que actuabas así…“. Y como mi personaje se moría, quería que me quedara de todas maneras y que hiciera de mi hermano mellizo.

—¿Y qué sucedió?

—Le dije que no podía porque me estaba yendo a filmar una película a México. Creo que a él le gustó mi laburo y me propuso para dos proyectos más. Hice un casting para Envidiosa, pero los personajes eran más grandes que yo, y después me propuso para Hija del Fuego y quedé.

—¿Cómo fue el rodaje en el sur y el reencuentro con talentos argentinos?

—En el sur estuvimos como un mes y medio, dos meses. Todo lose exteriores se grabaron en Buenos Aires. Encontrarme con esos actores y poder trabajar donde nunca lo había laburado antes, fue una experiencia increíble. Con Eugenia la China Suárez, Diego Cremonesi, Eleonora Wexler, con Jerónimo Bossi nos hicimos muy amigos. Compartimos un montón con todo el elenco, y sobre todo con Carlos Belloso, que para mí fue muy especial, porque yo lo recordaba del teatro, de las tiras en televisión.

El equilibrio entre la actuación, el arte y la pasión por viajar

Joaquín Ferreira continúa pintando y exponiendo sus cuadros, otra de sus pasiones

—Además de actuar, contaste que pintás. ¿Cómo arrancó esa pasión?

—Pinto desde muy chico. Mi viejo es artista plástico, además de arquitecto. Yo siempre pinté también; estudié Bellas Artes y hubo un año que no pude trabajar de la publicidad, ni de modelo en México, me puse a pintar cuadros y a venderlos. En México hice ya cinco exposiciones de arte; acabo de volver de una la semana pasada.

—¿Te acordás de los primeros cuadros que vendiste?

—Fue re loco. Una mujer que vendía arte se los vendió a un hombre en Nueva York, que resultó ser un millonario. Cuando murió, dejó en su testamento que los cuadros volvieran a mí. Me los mandaron enmarcados en plata en una caja gigante. Ahora los tengo guardados en la casa de una amiga en Barcelona.

—¿Te dedicás de lleno a la pintura además de la actuación?

—Sí, sí, me dedico a las dos cosas, pinto y actúo.

Joaquín Ferreira interpreta a Poli Armentano en la serie Coppola, El Representante

—¿Qué proyectos tenés en los próximos meses?

—Ahora voy a parar un poquito porque fue un año muy intenso, por suerte. Estuve en España, fui a filmar dos películas con Álex de la Iglesia —las produjo él, no las dirigió—, después fui México, una serie, después Colombia a hacer un curso y una serie mexicana que se llama Dogs, después Uruguay filmando la segunda temporada de Guillermo Coppola (su personaje es el de Poli Armentano).

—Viajando seguro…

—Sí, no paro de viajar. Me gasto toda mi plata en viajes, en viajes en moto y en recorrer un poco. Nos vamos a Tailandia con Jerónimo Bossi a surfear.

—¿Podrías quedarte en un lugar?

—Me encantaría en algún momento parar en Argentina. Pero este es un camino que quiero hacer real, honesto, profundo y que me dé trabajo durante toda mi vida, porque quiero actuar y pintar para siempre, es lo que me hace feliz.