El huracán Melissa alcanzó vientos de 298 km/h en Jamaica, superando casi todos los registros históricos del Atlántico (NOAA vía AP)

El intenso huracán Melissa atravesó Jamaica el pasado 28 de octubre y reavivó el debate sobre la utilidad y vigencia de la escala Saffir-Simpson, el método de referencia mundial para clasificar la peligrosidad de los huracanes.

Con vientos sostenidos y ráfagas que superaron casi todos los precedentes en el Atlántico, el impacto de Melissa plantea interrogantes sobre si los parámetros actuales son suficientes para describir las tormentas más extremas que, bajo el marco del cambio climático, tienden a volverse más frecuentes y poderosas.

El huracán Melissa y la intensidad sin precedentes

El huracán Melissa alcanzó vientos máximos sostenidos de 298 km/h durante su paso por Jamaica e islas cercanas, ubicándose al tope del registro histórico atlántico. Las autoridades reportaron daños extensos, aún en proceso de evaluación, que incluyeron el colapso de la red eléctrica, destrucción de infraestructuras y desplazamiento masivo de la población.

El carácter inusual de su desarrollo, con una rápida intensificación sobre aguas excepcionalmente cálidas, atrajo la atención de meteorólogos y científicos climáticos.

Según reportó Climate Central, la temperatura superficial del Caribe durante el trayecto del ciclón fue superior en más de un grado Celsius respecto al promedio histórico, condición en la que la probabilidad de huracanes de esta magnitud resultó setecientas veces mayor que en el pasado reciente.

El huracán Melissa provocó daños extensos en Jamaica, incluyendo el colapso de la red eléctrica y desplazamientos masivos de población

Origen y estructura de la escala Saffir-Simpson

La escala Saffir-Simpson fue desarrollada en la década de 1970 por el ingeniero Herbert Saffir y el entonces director del Centro Nacional de Huracanes, Robert Simpson, como una herramienta para comunicar el riesgo asociado a los huracanes sobre la base de la velocidad máxima sostenida de sus vientos, según detalla Scientific American.

Clasifica estos fenómenos en cinco categorías, desde la uno (vientos de 119-153 km/h) hasta la cinco (a partir de 253 km/h, sin límite superior). El diseño original buscó un sistema comprensible para el público general y útil para alertar sobre potenciales daños estructurales, mediante una tabla progresiva que vincula la intensidad del viento con los efectos típicos observados en la infraestructura.

La escala reemplazó la práctica anterior de medir exclusivamente la presión barométrica, desplazando el foco hacia los impactos tangibles para la sociedad.

¿Qué límites tiene la escala actual?

La categoría cinco, considerada el grado máximo, fue presentada como el escenario de “daños catastróficos”. Sin embargo, la ausencia de un techo superior significa que huracanes tan dispares en intensidad como el del Día del Trabajo de 1935 y Melissa comparten clasificación, a pesar de grandes diferencias en velocidad y energía.

Además, la escala Saffir-Simpson considera solo la velocidad sostenida del viento y omite variables críticas, como la precipitación extrema y la marejada ciclónica. Ejemplos notorios de estas limitaciones incluyen el huracán Katrina (2005), que generó devastación principalmente por la subida del mar, y Harvey (2017), donde el peligro principal fue la lluvia récord, no el viento máximo registrado.

Expertos debaten la necesidad de crear una categoría 6 para huracanes, ante tormentas que superan los 309 km/h (Foto AP/David J. Phillip)

¿Es necesaria una categoría 6?

La evidencia científica muestra que los huracanes extraordinarios no son marginales. Desde 2010, al menos cinco ciclones en las cuencas del Pacífico y Atlántico —incluyendo Patricia, Haiyan, Goni, Meranti y Surigae han superado los 309 km/h, el umbral sugerido en algunas propuestas para una eventual “categoría 6”.

La científica atmosférica Kim Wood de la Universidad de Arizona, advierte que ampliar la escala puede ser contraproducente, al desviar la atención pública de tormentas menos intensas pero igualmente peligrosas debido a otros factores.

El investigador Brian McNoldy de la Universidad de Miami subraya la dificultad de traducir fenómenos complejos a un único número y recuerda que, más allá de la cifra asignada, resulta clave informar sobre todas las formas de daño asociado a cada ciclón, de acuerdo con Scientific American.

El cambio climático potencia huracanes más intensos y frecuentes, como Melissa, según análisis de ClimaMeter y Climate Central (Europa Press)

El papel del cambio climático en la nueva era de huracanes

El contexto actual del cambio climático, caracterizado por el aumento de la temperatura de océanos y la elevación del nivel del mar, favorece condiciones para ciclones más intensos y destructivos. S

egún análisis de ClimaMeter, el forzamiento climático habría intensificado los vientos y las lluvias asociadas a Melissa en un 10% respecto a un escenario sin emisiones humanas.

Los datos indican que la frecuencia y violencia de los huracanes extremos seguirán en aumento. La devastación provocada por Melissa suma una nueva evidencia a la necesidad de repensar cómo se mide y transmite la amenaza de los huracanes más extremos.

Mientras la discusión sigue abierta, la experiencia reciente demuestra que transmitir eficazmente el verdadero peligro de los huracanes exige sistemas de medición capaces de evolucionar al ritmo de los cambios del clima y las capacidades tecnológicas.

La historia de Melissa no solo marca un antes y un después para la región afectada, sino que también pone en relieve la urgencia de revisar y adaptar las herramientas con las que la sociedad se prepara para enfrentar un futuro de tormentas cada vez más poderosas.