
“Yo digo que la risa es la única droga permitida que tenemos en estas edades”, afirma Gabriela Acher, a Teleshow, con una carcajada contagiosa, marcando el inicio de una charla donde el humor no es solo un recurso escénico, sino también una filosofía de vida. A sus años de trayectoria, el escenario sigue siendo un laboratorio desde el que observa y transforma la vida de las mujeres latinoamericanas.
“Si te quedás solamente en el lugar de víctima, cag…”, dispara sonriente, fiel a ese estilo que la llevó a ser referente indiscutida del humor hecho por y para mujeres en el mundo hispanoparlante. Con la sinceridad que la caracteriza, suma: “Muchos años después pude procurar la propia risa y hacer reír a otros. Pero en aquel momento, buscaba la risa por necesidad”.

La actriz recibe a Teleshow en su casa de Palermo, donde vive hace muchos años, donde creció su hijo, y donde hoy cuida y juega con su nieta, algunas tardes. El diálogo gira entre risas y reflexiones: sobre la juventud, el paso del tiempo, la maternidad, el amor, el cuerpo y el propio espectáculo que vuelve a subirla a escena, siempre desde el humor.
Gabriela Acher fue reconocida como Personalidad Destacada de la Cultura en un acto celebrado en el Teatro Regina de la Ciudad de Buenos Aires. La artista regresó a los escenarios con su espectáculo ¿Qué hace una chica como YO en una edad como ÉSTA?, en el que aborda, con formato de charla tipo TED, temas vinculados al disfrute de la vida por parte de las mujeres de distintas generaciones. Las próximas funciones están programadas el 7 y 21 de noviembre y el 9 de noviembre en el Teatro Regina y el Teatro Devoto.
El humor como estrategia vital y profesional

—¿Qué hace una chica como vos en una edad como ésta?
—Se ríe todo lo que puede, que es la única posibilidad que nos queda. Se está tratando de comprobar cada vez más, científicamente, que la risa y la diversión te hacen joven y te mantienen mejor el estado general del cuerpo y la cardiología, que es lo más importante. En mi caso aprendí desde muy joven a reírme de mí misma, es el humor más alto que existe, porque te ayuda a descomprimir las pequeñas miserias de la existencia.
—¿Desde niña tenías esa inclinación hacia el humor?
—No, de pequeña no… Al contrario, era una dramática total, era miedosa. Mi mamá estaba siempre preocupada por algo. Incluso recuerdo que convivíamos con dos tíos solteros divinos, y algunos me hacían chistes, pero yo no era capaz de reírme. El humor lo fui aprendiendo de a poco, por necesidad.
—¿Cuándo hacés el click?
—Recuerdo que de joven escribía dramas de adolescencia. Pero después empecé a conectarme con el humor por necesidad, a consumir humor, a leer humor, a buscar la risa. Ahí empecé a darme cuenta de la importancia que tenía en mi vida.
—¿Para vos siempre fue una cuestión de supervivencia?
—Al día de hoy, no hago más que agradecer, realmente. El humor te corre del lugar de víctima. Si te quedás solamente en ese lugar, cag… (se ríe). El humor, es lo que me permitió descomprimir, seguir y convertir los dolores en otra cosa. Woody Allen dice que la comedia es: tragedia más tiempo. Yo creo en eso. Si conseguís reírte de tus dificultades, les ganaste.

El feminismo con humor: un camino único
—¿Hubiera sido más fácil ser varón?
—Supongo que sí. Sin duda. Yo pienso que si hubiera sido varón, ahora tendría el triple de éxito que tengo. No tengo ninguna duda.
—¿Te discriminaron?
—Por ahí me discriminé yo misma. A partir del momento en que descubrí el feminismo. Tal vez, eso me limitó a la mitad de la gente, digamos. Los hombres durante mucho tiempo sintieron como que yo podía ser una enemiga, hasta un punto, porque soy la única feminista del mundo con humor. Decidí demostrar eso.
—¿Cómo fue recibida esa postura?
—Me doy cuenta de que eso me limitó, porque las mujeres me amaron, pero los varones luchaban. Ahora no, ya a esta altura no. Pero en aquel momento, sí.
—Eras y sos una feminista políticamente incorrecta…
—Sí, yo me animaba a decir cosas que eran políticamente incorrectas. En el año 91, después del éxito de estar con Tato Bores, en Canal 13, me dio mi propio programa, Hagamos el Humor, que lo escribíamos con Maitena, juntas éramos dinamita. Yo hacía una doctora que organizaba un concurso de “traiga a su marido usado”, y se lo cambiábamos por otros dos más jóvenes. Fue muy corrosivo para la época, porque el feminismo todavía no había llegado ni cerca a la tele, ni mucho menos.
—¿Sentiste que pagaste un precio profesional por tu postura?
—Claro, lo pagué. Pagué el precio que tenía que pagar. Pero, uno solo es lo que es, diría Serrat. Nunca me he desdicho de lo que soy.
—¿Cómo fue tu vínculo con los hombres en ese contexto?
—Siempre cuidé a los varones, aún dentro de la locura. Sentí que había ciertos límites que no iba a pasar. No hablaba de ciertas cosas que sabía que les preocupaban mucho, no quería herirlos, pero sí quería hacerlos pensar. Porque la revolución feminista es la más difícil, el otro es alguien que te importa: tu padre, tu hijo, tu amante. Es una revolución sin sangre de los otros.

Las edades de la vida: mirada, vivencias y espectáculo
—¿La gente te pide que hables de tu propia franja etaria?
—Una amiga me dijo: “No hables de una sola edad. Empezá con los cuarenta”. Entonces hablo de los cuarenta, los cincuenta, los sesenta, los setenta y los ochenta, que los acabo de agregar porque mucha gente me lo pide.
—¿Qué te resulta más divertido de hablar desde el escenario?
—El libreto más gracioso de todos es el de los ochenta. Hago a una viuda de ochenta súper seductora, que tiene muchos pretendientes que consiguió en “Tinderontes”, Tinder para gerontes (ríe).
—¿Cómo es tu propio vínculo con la edad?
—No pienso yo en la edad que tengo. Es una manera inconsciente de seguir siendo joven. Creo que es joven el que tiene ese espíritu, eso es lo que importa.
—¿El paso del tiempo cambió tu mirada sobre vos y la vida?
—Yo ahora, por ejemplo, me veo en Tato, tenía cuarenta y cinco, estaba espléndida. Pero en ese momento no me veía así, como todas las mujeres, llena de complejos. Ahora veo los videos y digo: “¿Pero qué quería de la vida?” Pienso que ese fue un momento alto, pero ahora también siento que estoy bien.
La maternidad, los vínculos y el rol de las mujeres
—Siempre hablás mucho de tu familia. ¿Cómo fue la relación con tu mamá?
—Mi mamá estaba siempre preocupada por algo. Siempre la vida era una angustia. Hasta hice un chiste sobre eso: mi mamá me dejó este mensaje en el contestador: “Andá preocupándote, después te explico” (risas). Soy hija de eso, imaginate.
—¿Y con tu hijo cómo te llevás?
—Es divino. Lo crié prácticamente sola. Muy unidos. El día de la madre, por ejemplo, mi fiesta es irnos a almorzar en moto, los dos solos. O una vez nos fuimos de viaje solo él y yo, fuimos a Turquía, Venecia, Grecia, Santorini. Uno de los recuerdos que más atesoro.
—¿Te considerás una madre judía tradicional?
—Sí, tremenda irishemame. La comida es lo único que no, porque no cocino: los huevos fritos los compro en la rotisería. Pero siempre le procuré a alguien que le cocine.
—¿Y cómo lo criaste como feminista?
—Criado por una feminista tiene su aspecto machista igual, eh. No le gustan las feministas de ahora. Me dice: “Mamá, yo voy por la calle y me insultan”. Pero es un bombón, cariñoso, divino.
—¿Y el rol de tus amigas, de las mujeres entre sí?
—Las amigas no son solo para compartir un rato, son red de contención. Las amigas nos ayudan. Eso provoca oxitocina, la hormona de la relación que nos hace ser más longevas. Y además hemos corrido el gen del envejecimiento veinte o treinta años para atrás, seguro.
La longevidad, el nuevo paradigma y las redes sociales
—Te invitaron a hablar con cardiólogos sobre el humor. ¿Qué te pidieron?
—Lo vamos a hacer, pero estamos buscando fecha. Me encanta, porque yo hablo en broma y el gerontólogo, que se llama doctor Bernardini, lo hace en serio. Él habla de la nueva longevidad. Su último libro se llama La segunda mitad. Habla de esto, que ahora tenemos mucho más tiempo útil de vida. Cuando escribí el libro, ¿Qué hace una chica como yo en una edad como ésta?, pensé que esto de correr el envejecimiento era algo que pasaba en mi grupo de amigas, pero no.
—¿Lo ves en tu entorno?
—El otro día fui a actuar a un cumpleaños de una persona de setenta y todas las invitadas estaban espléndidas. Estaban todas…no podía creerlo. Pero no es solo el cuerpo o una crema. Es la cabeza, la actitud, el espíritu.
—La comunicación con el público cambió?
—Sí, ahora me escriben mucho por Instagram. Quieren que les dé consejos, que les diga algo, que dé clases, muchas cosas. Hago un poco de consultorio sentimental, aunque lo mío es humor (ríe).
Amor, sexualidad y desdramatización de los vínculos

—¿Te enamoraste muchas veces?
—No, muchas no. Pero me enamoré, sí, por supuesto. Tuve un primer amor, que fue el primer esposo, siete años de convivencia, un músico uruguayo. Después, el padre de mi hijo, cinco años, tampoco mucho tiempo. Después me enamoré de otro, pero ese también fue efímero.
—¿Te resultó difícil mantener esas relaciones conviviendo con la Gabriela pública?
—Sí. El primero fue en la época en que yo todavía no tenía tan definido lo que soy. Me acuerdo que tuve que dejar el programa de Antonio Gasalla porque no quería quedarse solo a la noche. Siempre alguna lucha hubo. Antonio nunca se enteró del verdadero motivo.
—¿Y cómo ves el sexo hoy?
—Ahora ya me siento retiradísima del sexo. Durante mucho tiempo me llevé fenómeno, pero ahora hace rato que no tengo pareja. No puedo decirte cómo sería ahora.
—¿Es más difícil disfrutarlo al crecer?
—Tiene que ver con tu pareja, con quién estés, cómo te provoca. Cuando estuve enamorada y me gustó alguien, por supuesto que lo disfruté. Ahora, sacarte la ropita a esta edad, especialmente con una relación nueva, no me la puedo ni imaginar.
La mirada sobre la mujer: influencias, admiración y lo que vendrá
—Mujeres que admirás…
—Admiro a muchas. Yo me nutrí del feminismo de las americanas, porque acá no existía. Gloria Steinem, Betty Friedan. Leía mucho esas mujeres y eso me inspiró. No fui una francotiradora, fui la única feminista loca, pero no sola.

—¿Te identificás con el feminismo de ahora?
—No, el feminismo de ahora no me representa en nada. Esto de que no te pueden abrir la puerta… no lo soporto. Le hemos quitado todo el encanto a la caballerosidad.
—¿Creés que eso es responsabilidad solo de los hombres?
—No, ahí somos responsables nosotras, las mujeres. La historia no se mueve en línea recta, se mueve en péndulo. El feminismo está ahí, hasta que encuentre equilibrio va a pasar tiempo. Estuvimos muy oprimidas.

—¿Qué aprendiste sobre el rol de la mujer en las relaciones?
—Fuimos educadas para ser gusanos en las relaciones, dependientes. Muchas veces desdibujamos nuestro yo por el otro. Hasta que mi feminismo estalló.
—¿Y tu hijo qué opina de esto?
—Criado por una feminista, tiene su aspecto machista igual. No le gustan las feministas de ahora. Es un bombón, cariñoso, divino. Lo crié casi sola y estamos muy unidos.