
Entre 2015 y 2023, Escocia enfrentó un fraude en el sector del té protagonizado por Tam O’Braan, quien vendió y promocionó la bebida como producido local. O’Braan organizó asociaciones y logró posicionar el producto en hoteles y medios reconocidos. Científicos, autoridades y agricultores participaron en la investigación para determinar el verdadero origen del té. El análisis reveló que no era escocés, como se afirmaba. La intervención, según The Guardian, evitó un daño mayor y protegió a los productores legítimos del país.
El engaño se inició cuando O’Braan promocionó con éxito su plantación “Wee Tea” en medios nacionales e internacionales. Durante esa época, vendió cientos de plantas y afirmó que el clima local permitía forzar el crecimiento del té, incluso en condiciones difíciles. Los contactos con hoteles de prestigio y la presentación de premios presuntamente ganados dieron legitimidad a su proyecto.
Personalidades políticas y representantes de la industria acudieron a presentaciones en Escocia, Reino Unido y Estados Unidos, otorgando reconocimiento a la idea de un té escocés de excelencia. Sin embargo, surgieron dudas sobre la legitimidad de los productos y del propio O’Braan, ya que varios productores comenzaron a notar que sus plantaciones no prosperaban y que la cantidad de té entregada por el hombre no se correspondía con el rendimiento real del cultivo.

De acuerdo con los testimonios recogidos por The Guardian, productores como Richard Ross advirtieron inconsistencias al observar que sus plantas producían cantidades menores de hojas y requerían varios años para un desarrollo óptimo. En paralelo, otros miembros del grupo “Tea Scotland” detectaron que el listado de tés escoceses en algunos hoteles incluía variedades que aún no estaban en producción o correspondían a plantaciones ficticias.
El caso fue reportado a las autoridades y terminó bajo la jurisdicción de Food Standards Scotland, el organismo encargado de la seguridad y autenticidad alimentaria. Stuart Wilson, encargado de la investigación, rastreó los antecedentes de O’Braan y comprobó que su nombre era uno de varios alias utilizados en distintas actividades.
El análisis de las transacciones comprobó que O’Braan adquiría grandes cantidades de té de mayoristas en Oxford y Londres, que posteriormente revendía como producto local. Además, según precisó BBC, un viverista italiano acudió a Escocia con una factura impaga y confirmó que las plantas suministradas no respondían al clima ni al suelo local, lo que explicaba el bajo rendimiento de los cultivos de los verdaderos agricultores.

La clave para la resolución del caso llegó gracias al aporte del profesor David Burslem, de la Universidad de Aberdeen. Burslem aplicó técnicas de análisis químico para estudiar la composición de las hojas de té y determinar su origen geográfico a través de la huella elemental.
La prueba comparó el té presuntamente escocés con muestras de otras regiones conocidas y demostró que la mayor parte del té vendido por O’Braan provenía en realidad del extranjero, en contra de sus declaraciones públicas.
De acuerdo con Burslem, las diferencias en la concentración de elementos como cadmio, arsénico y níquel varían según la geología de cada lugar, permitiendo identificar el origen real del producto. El estudio logró distinguir muestras auténticas provenientes de plantaciones escocesas y desenmascarar así la sustitución con té importado.

El proceso judicial culminó con la condena de Tam O’Braan en mayo de 2023 por dos cargos de fraude valorizados en casi 600.000 libras. La sentencia lo llevó a prisión durante tres años y medio.
La investigación reveló además que muchos de los premios y méritos atribuidos a O’Braan nunca existieron, como tampoco el historial académico y profesional que él promocionaba. El fraude afectó tanto a productores como a hoteles, asociaciones y medios que dieron por cierto el auge del té escocés.
Según los testimonios de los afectados y de otros integrantes de Tea Scotland, el caso no significó el final del cultivo local de té, sino que impulsó a varios agricultores a unirse y desarrollar una producción auténtica y verificada.

Islay Henderson, una de las nuevas referentes, afirmó disponer de 7.000 plantas de té en la costa oeste de Escocia, con una producción aún limitada pero en expansión. El proceso de crecimiento del té en el clima local es lento y requiere hasta siete años para entregar hojas de calidad óptima.
El medio reveló cómo el caso O’Braan mostró la vulnerabilidad de los sectores emergentes frente a estafas amparadas en la falta de regulación y de conocimiento técnico. Las formas de verificar el origen permiten hoy combatir fraudes y proteger tanto a consumidores como a productores. El cultivo de té escocés, pese al golpe reputacional, sigue en marcha y mantiene la aspiración de consolidar una industria propia basada en el esfuerzo real y la trazabilidad científica.