
El verano implica cambios en los hábitos cotidianos y en el entorno y genera condiciones que benefician la salud cerebral. La exposición a la luz solar, el aumento de la vida social y la mayor actividad al aire libre contribuyen a mejorar el estado de ánimo, la salud mental y la calidad del sueño. Estos cambios, propios de los meses cálidos, ofrecen una oportunidad para fortalecer el bienestar.
Los especialistas coinciden en que la luz solar es un factor clave en la regulación de los procesos cerebrales. Alejandro Andersson, neurólogo y director médico del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA), señaló a Infobae que el verano produce modificaciones biológicas de gran impacto en el cerebro.
«El aumento de la luz natural es el principal sincronizador del reloj biológico: más horas de luz elevan la serotonina —mejorando el humor y la energía—, reducen la melatonina diurna y desplazan la fase circadiana, lo que modula el sueño, la vigilia y el equilibrio emocional».
Luz solar, hormonas y neurotransmisores

Gabriela González Alemán, doctora en Genética del Comportamiento y neurocientífica, señaló a Infobae cómo nos influyen estos cambios: “Este aumento de serotonina durante los días largos del verano contribuye a un estado de ánimo más alegre y a una mayor capacidad para afrontar el estrés cotidiano. Además, la luz natural favorece la sensación de equilibrio y control de los impulsos, lo que se traduce en una mayor satisfacción general“.
El impacto de la luz solar no se limita al bienestar emocional. También influye en la regulación del ciclo sueño-vigilia.
“La serotonina producida durante el día se convierte en melatonina al anochecer, facilitando un descanso nocturno más reparador. Sin embargo, el exceso de luz y las altas temperaturas pueden dificultar la conciliación del sueño, por lo que es importante mantener hábitos que respeten el ritmo circadiano», señaló la experta.

El verano también propicia un aumento de las interacciones sociales, lo que refuerza el apoyo emocional y actúa como un amortiguador natural contra el estrés.
“Las relaciones sociales de calidad reducen el impacto del cortisol, la hormona asociada al estrés, y mejoran la salud cerebral. Además, la interacción social incrementa la liberación de oxitocina y dopamina, fortaleciendo los vínculos emocionales y parentales, así como el aprendizaje. Este entorno social más activo contribuye a una mayor motivación y a un ánimo más positivo“, dijo González Alemán.
La doctora comentó que el contacto frecuente con la naturaleza y la realización de actividades al aire libre durante el verano funcionan como restauradores de la atención.

El verano, con sus días más largos y mayor exposición a la luz natural, puede mejorar la calidad del sueño si se gestionan adecuadamente los hábitos diarios, explicó la doctora.
“La melatonina, hormona responsable del sueño, se produce a partir de la serotonina acumulada durante el día. Un ciclo sueño-vigilia ordenado y horarios regulares favorecen un mayor volumen cerebral y mejores funciones cognitivas. No obstante, el abuso de pantallas y la exposición a luces brillantes durante la noche pueden desincronizar el reloj biológico y dificultar el descanso, por lo que es recomendable limitar estos estímulos para optimizar los beneficios del verano», recomendó la experta.
Factores de riesgo para el cerebro en verano

Durante el verano aparecen varios factores que pueden afectar el funcionamiento de este órgano. El cerebro es muy sensible al calor, advirtió Andersson.
“Cuando el cuerpo supera los 38–39°C, aumenta el flujo de sangre hacia el cuero cabelludo para disipar calor, desciende el rendimiento cognitivo (memoria de trabajo, atención, velocidad de procesamiento) y, con exposiciones prolongadas, pueden elevarse los marcadores de neuroinflamación. Esto explica síntomas como cefalea, mareos o lentitud mental, y en casos severos, alteraciones del nivel de conciencia», comentó.
“El principal es el calor extremo, que disminuye la presión arterial, favorece la deshidratación y deteriora la transmisión sináptica, lo que provoca mareos, lentitud cognitiva y agrava patologías sensibles a la regulación térmica —como migraña, Parkinson o Alzheimer— e incluso puede desencadenar delirium en personas mayores», explicó el doctor Andersson.
A esto se suma el exceso de luz y el desajuste circadiano, “especialmente por la mayor exposición nocturna a pantallas o iluminación intensa, lo que suprime la melatonina y deteriora la calidad del sueño, generando irritabilidad, ansiedad y fatiga cerebral por menor limpieza glinfática», destacó el experto. Y completó: “Otro factor frecuente es el alcohol combinado con deshidratación, que empeora síntomas como cefalea, niebla mental y alteraciones del equilibrio”.

La doctora González Alemán dijo que la deshidratación es algo que nos hace funcionar mucho peor mentalmente: “Muchas veces nos pasa que tomamos agua solo cuando tenemos sed, y en ese momento ya es tarde, ya estamos deshidratados. La deshidratación va a influir en los estados del ánimo y puede generar síntomas de ansiedad, depresión, tristeza, irritabilidad, y desgano. Entonces, es indispensable hidratarse de forma metódica y no esperar a tener sed».
También los ambientes cerrados con aire acondicionado pueden afectar al cerebro: “Pueden causar vasoconstricción, cefaleas y favorecer infecciones respiratorias que afectan la energía y el rendimiento cognitivo”, dijo el doctor.
Finalmente, el verano suele acompañarse de una cierta infravaloración del descanso, según los expertos. “Las actividades placenteras del verano aumentan la dopamina saludable, pero también pueden llevar a una mayor desregulación de hábitos, incluyendo el consumo de alcohol o la pérdida de estructura diaria. La combinación de calor, sueño irregular, actividad social intensa y cambios de rutina genera un estrés neurobiológico silencioso que puede pasar inadvertido, pero que impacta en la salud cerebral», advirtió el médico.
8 hábitos neuroprotectores

El doctor Andersson dijo que el verano ofrece una oportunidad única para fortalecer la salud mental si se lo aprovecha estratégicamente.
Para la doctora González Alemán es esencial gestionar de manera consciente los estímulos y hábitos de esta estación. “Involucrar todos los sentidos en la experiencia de los días soleados potencia la producción de serotonina y refuerza el bienestar».
Los expertos recomendaron acciones concretas para aprovechar los beneficios del verano y minimizar los riesgos:

1. Potenciar la luz natural por la mañana: exponerse al principio del día ayuda a consolidar los ritmos circadianos.
“El verano es una estación muy neuroprotectora. Si nosotros nos exponemos a la luz natural temprano, a la mañana, reseteamos el reloj circadiano y ayudamos a nuestro sistema a regular mejor el cortisol y la producción de melatonina. Esto va a hacer que nuestro cerebro entienda mejor cuándo es de día, cuándo es de noche y nos ayude a lograr un mejor sueño”, dijo González Alemán.
2. Mantener una hidratación adecuada. Incluso una deshidratación leve afecta la memoria de trabajo y la concentración. Es recomendable beber unos dos litros de agua por día, sin esperar a tener sed.
3. Practicar actividad física al aire libre. Caminar, nadar o realizar ejercicio mejoran la neuroplasticidad y modulan neurotransmisores asociados al bienestar.

4. Priorizar el sueño nocturno y los microdescansos diarios. Dormir en ambientes frescos, evitar cenas pesadas y reducir el alcohol favorecen el descanso profundo, mientras que breves pausas durante el día —sin pantallas, respiración lenta— ayudan a reducir el estrés mental.
5. Buscar el contacto con la naturaleza: “Hay mucha evidencia científica de que el contacto con los espacios verdes (arboledas, bosques) o con los espacios azules (lagos y mares) mejoran la función cerebral y cognitiva, generan sensaciones de bienestar y placer, ayudan a la regulación emocional, a planificar tareas e inhibir comportamientos automáticos”, dijo la doctora.
6. Fomentar relaciones sociales auténticas y de calidad. Estimula redes dopaminérgicas, mejora el estado de ánimo y protege contra la depresión, especialmente en personas mayores.

La doctora González Alemán aclaró que el contacto social no debe ser impuesto. “Concurrir a aquellas actividades que realmente tenemos ganas. Una noche con amigos es muy buena. Todas las noches haciendo planes y aturdiéndonos como si tuviéramos catorce años no es bueno en la vida adulta. Hay que mantener también una buena regulación del sueño. Elegir los programas es fundamental”, señaló la experta.
7. Evitar la exposición a pantallas al menos dos horas antes de dormir y procurar acostarse antes de las 23. “La luz azul de las pantallas engaña al cerebro y hace que crea que todavía no es de noche. Muchos estudios identifican que a partir de las 23 horas la melatonina alcanza niveles altos, lo que favorece un sueño profundo y activa el sistema de limpieza del cerebro, encargado de eliminar las sustancias nocivas o tóxicas durante la noche”, indicó la doctora.
8. Adoptar una nutrición antiinflamatoria: rica en verduras y frutas frescas, cereales, frutos secos y omega-3 y baja en ultraprocesados y alcohol, contribuye a reducir la neuroinflamación y a sostener un rendimiento cognitivo saludable.
Un estudio publicado en la revista Nature en 2024 comparó ocho patrones alimentarios y concluyó que las dietas a base de plantas mejoran la función cognitiva, reducen el riesgo de deterioro neurodegenerativo y previenen enfermedades crónicas. Modelos como la Planetary Health Diet y el Alternative Healthy Eating Index, que priorizan alimentos frescos y minimizan carnes procesadas, azúcar y sal, resultaron especialmente beneficiosos para la salud cerebral y la longevidad.