Radicada hace muchos años en los Estados Unidos, la periodista mendocina Marina Walker Guevara es la editora ejecutiva del Pulitzer Center, una organización sin fines de lucro que colabora con periodistas y redacciones de diferentes medios para promover y apoyar investigaciones de gran profundidad sobre temas críticos de alcance global.

Su perfil de la red social LinkedIn empieza con una experiencia profesional fundacional que sería el germen de una gran carrera internacional: en el diario Los Andes de su provincia redactó informes y notas especiales sobre justicia penal, degradación ambiental, corrupción local y delincuencia juvenil. Allí también escribió columnas sobre asuntos internacionales mientras cursaba una maestría en periodismo en los EE.UU.

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En diferentes roles dentro del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación ­(ICIJ­), encabezó algunas de las investigaciones colaborativas y transnacionales más complejas del periodismo de esta era. Fue la encargada de gestionar “Panamá Papers” y “Paradise Papers”, dos mega producciones en las que cientos de periodistas, incluso de medios competidores entre sí, utilizaron tecnología de última generación para desentrañar historias de interés público a partir de terabytes de datos financieros filtrados. El desarrollo de este modelo de investigación a gran escala permitió transparentar lo oculto -el rol central del periodismo-: cómo políticos, criminales y otras personalidades e instituciones públicas utilizaron paraísos fiscales para obtener ventajas fiscales, depositar coimas, esconder activos y lavar dinero.

Antes de especializarse en esta enorme labor en equipo, la periodista estuvo al frente de trabajos sobre degradación ambiental, contrabando de cigarrillos, delincuencia juvenil y pesca ilegal, con espacios de publicación en prestigiosos medios internacionales como The Washington Post, Le Monde, BBC y The Miami Herald.

En una entrevista con LA NACION, Walker Guevara muestra por qué el periodismo se hace cada vez más robusto con este concepto de equipo global que comparte recursos para amplificar su alcance e impacto.

– ¿Cómo se llevan la tradición del periodismo de investigación y las nuevas tecnologías?

– Creo que deben llevarse muy bien y si no la que pierde es la audiencia. Hoy gracias a la tecnología los periodistas de investigación podemos hacer cosas que hasta hace poco nos parecían imposibles. Por ejemplo, becarios del Pulitzer Center usaron machine learning, una disciplina de la inteligencia artificial, e imágenes satelitales para descubrir y mapear las pistas de aterrizaje ilegales de la selva amazónica. Las pistas facilitan la extracción ilegal de oro. Jamás hubiéramos podido hacer ese trabajo con reportería tradicional. Sin embargo, las técnicas tradicionales informaron todo el proceso innovador, desde la selección del ángulo de la investigación, el chequeo manual de datos (sí, la inteligencia artificial se equivoca con frecuencia), las entrevistas en terreno, la presentación digital de la investigación y más. Cuando la tecnología está al servicio de los valores periodísticos más altos -como la búsqueda exhaustiva de la verdad, la precisión, la independencia- podemos contar historias de enorme impacto.

Marina Walker Guevara:

– ¿Es posible hacer periodismo de investigación y profundidad que sea sustentable?

– Cuando trabajaba en el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por su sigla en inglés) nuestros medios aliados en todo el mundo nos decían que lograban que lectores se transformaran en suscriptores al incluir en el marketing que uno de los beneficios de ser suscriptores es que tendrían acceso a investigaciones transnacionales de enorme calidad e impacto, como los Panama Papers. Entonces, sí, creo que las audiencias valoran el periodismo de investigación y la vigilancia del poder que ese periodismo ejerce, pero al mismo tiempo los medios tienen que invertir en desarrollar y conservar ese talento en sus redacciones y en encontrar distintas (y por qué no rentables) formas de contar las investigaciones. Además de la clásica nota, ¿cómo usamos video, animaciones, audio para destilar los hallazgos más importantes para distintas audiencias? ¿Teatro? ¿Cómics? Ya con publicar un texto no basta. Hay que salir a buscar a las audiencias donde las audiencias están y aliarse con otras disciplinas. Esto requiere mucha creatividad y humildad de parte de los periodistas.

Gracias a la tecnología los periodistas de investigación podemos hacer cosas que hasta hace poco nos parecían imposibles. Por ejemplo, becarios del Pulitzer Center usaron machine learning, una disciplina de la inteligencia artificial, e imágenes satelitales para descubrir y mapear las pistas de aterrizaje ilegales de la selva amazónica

– ¿Cuál es la diferencia encuentra entre las investigaciones periodísticas más resonantes del siglo XX y las de las últimas décadas promovidas por consorcios de periodistas de diferentes países y continentes?

La colaboración entre periodistas y medios que antes competían ferozmente es un cambio tectónico en el periodismo de investigación de los últimos 20 años. Un nuevo paradigma. Por supuesto que no toda investigación debe ser una colaboración. Pero lo que hemos comprendido los periodistas de investigación es que los temas que nos toca enfrentar son demasiado complejos, globales y riesgosos para que un periodista o un medio de comunicación pueda trabajarlos en soledad. Las historias que nos ocupan -piensen en flujos ilícitos de dinero, industrias extractivas, carteles de desinformación global- atraviesan fronteras y dejan rastros de documentos, transacciones, y víctimas, en múltiples países. Trabajando en redes de colaboración periodística podemos responder a esas complejidades con similar nivel de organización, alcance global, y foco. Esta es la gran diferencia de las investigaciones de las dos últimas décadas: nos valemos de la confianza que hemos desarrollado entre colegas y de la tecnología para ser más eficientes, para superar límites financieros o geográficos, y para protegernos como comunidad. Esta metodología es muy desconcertante para grupos poderosos que no dudan en perseguir a un periodista o a un puñado de periodistas y medios… ¿Pero si los que publican son 20 o 30 medios en docenas de países?

– ¿Qué proyectos tiene en mente en su rol como editora ejecutiva del Pulitzer Center?

– Es un espacio de innovación en periodismo en profundidad y de investigación. Otorgamos apoyo financiero y editorial a periodistas de todo el mundo para que puedan contar las historias más difíciles y necesarias. Las que revelan un quiebre de los sistemas que deben proteger a la gente e incomodan al poder, o explican un tema complejo. Somos agnósticos en el formato, pero alentamos la interdisciplinariedad, la experimentación, y por supuesto la rigurosidad periodística. Además, nos dedicamos mucho al trabajo con las audiencias, esta idea que comentaba antes de que no podemos dar por sentadas a las audiencias. Hay que ganarse la confianza de la sociedad, esa confianza que muchos estudios hoy muestran que va en picada. Y para recuperar la confianza hay que salir a encontrarse con las audiencias, mostrarles que nos importan, que las intentamos entender y que como resultado de escucharlas les otorgamos información relevante y con valor agregado.

La colaboración entre periodistas y medios que antes competían ferozmente es un cambio tectónico en el periodismo de investigación de los últimos 20 años. Un nuevo paradigma.

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– ¿Qué consejos les daría a periodistas jóvenes interesados en el periodismo de investigación y profundidad?

– Les diría que aprendan a analizar datos y a trabajar colaborativamente en lugar de ser lobos esteparios. Esto no significa que los periodistas tienen que ser programadores, pero deben tener competencias suficientes para utilizar hojas de cálculo, buscar patrones en bases de datos, desconfiar de las estadísticas, y poder guiar a programadores e ingenieros para que pongan sus talentos al servicio de lo que necesita la investigación periodística. No hay excusas. El problema que tenemos hoy no es que nos falte información, sino que nos sobra. Los periodistas tenemos que navegar eficiente y esclarecidamente en ese laberinto de datos que nos rodea para encontrar las pepas de oro que merecen ser reportadas en profundidad y contadas periodísticamente. Sin embargo, no hay dato que resista el bostezo si no está acompañado de historias vitales, reportadas en terreno, que nos ayuden a entender un poco mejor la condición humana y las motivaciones de las personas.

Marina Walker es oriunda de Mendoza, donde empezó su carrera periodística

Hay que salir a buscar a las audiencias donde las audiencias están y aliarse con otras disciplinas. Esto requiere mucha creatividad y humildad de parte de los periodistas.

– Desinformación, filtración de datos privados, polarización, no son fenómenos nuevos, pero parecen haberse amplificado con la expansión de las nuevas tecnologías. ¿Qué recaudos debe tomar un periodista para no exponerse a ellas?

– El mejor antídoto para no ser parte de redes de desinformación o polarizarse junto con la sociedad es honrar el método periodístico. Ya sabemos que la objetividad personal no existe porque todo lo que contamos está mediado por nuestras experiencias, vivencias, y saberes. Pero yo sí creo en la rigurosidad y la independencia del periodismo como método y como práctica. Y eso es lo que tenemos que defender con dientes y uñas. Un buen periodista se cuestiona constantemente sus propios sesgos y suposiciones, se mantiene independiente de toda forma de poder (incluso del poder corporativo mediático aun cuando trabaje en una corporación mediática), y es absolutamente obsesivo de la precisión y la mesura. Si volvemos a enamorarnos de los pilares fundacionales del periodismo no vamos a necesitar ventilar nuestras opiniones personales en redes sociales o en talk shows, lo que sólo contribuye a un mayor desprestigio de la profesión y nos expone a ataques.

– ¿Cómo logró equilibrar los intereses de periodistas de medios competidores para trabajar en equipo en las investigaciones?

– Hay ciertas investigaciones que trascienden los egos, las rencillas, e incluso la competencia periodística por la primicia. Son esas historias de altísimo interés público y de gran complejidad, donde la colaboración se vuelve la estrategia más lógica y de mayor impacto. Siempre ayuda que en colaboraciones de este tipo haya una organización confiable que coordine, establezca pautas, y vele para que esas pautas se respeten. La otra clave es elegir bien a los colaboradores. Es sabido que el diario The New York Times y el medio digital The Intercept no son mejores amigos, sin embargo, desde el Pulitzer Center logramos que unieran esfuerzos en la investigación que les conté al principio de esta entrevista sobre las pistas del oro en la Amazonia. Costó, pero salió porque los incentivos estaban (una gran historia) y todo lo demás pudo negociarse e incluso ponerse de lado para priorizar la historia que había que contar. Hay muchos ejemplos como éste, afortunadamente para el público.

– ¿Qué lecciones aprendió al trabajar con filtraciones de datos a gran escala?

– Que tenemos que estar preparados para la avalancha digital. La fuente que filtró los Panama Papers -conocido con el nombre ficticio de John Doe– escribió un manifiesto en 2016 en el que dijo, la próxima revolución será digitalizada, o tal vez ya comenzó. Sin duda ya había comenzado. Así como los periodistas podemos ser víctimas de redes de desinformación, también podemos ser depositarios de la confianza y los datos de alto interés público de informantes como John Doe. Cuando eso suceda tenemos que estar a la altura de las circunstancias para proteger a nuestras fuentes, proteger los datos que nos son confiados, y poner todo nuestro escepticismo y rigor periodístico al servicio de la historia. Como nos recuerda un antiguo dicho periodístico, si tu mamá te dice que te quiere, chequealo.

Marina Walker:

– ¿Cómo le explicaría al público joven por qué el periodismo es esencial para la defensa de la democracia y para controlar a los poderes de turno?

– Una de las mejores cosas de mi trabajo es que día a día estoy en contacto con periodistas en diversos países del mundo cuyas historias desmantelan sistemas opresivos centenarios (¡que a veces son legales!), y cambian el destino de comunidades enteras. Estos periodistas no viven en democracias perfectas, que no existen. Frecuentemente viven y trabajan en contextos represivos o donde la democracia está erosionada. Por ejemplo, India. Hace un par de años desde el Pulitzer Center apoyamos a la periodista Sukanya Shantha del medio digital The Wire. Ella reveló cómo en las cárceles de su país el trabajo de los presos se distribuía de acuerdo a las castas. Es decir, los presos de castas consideradas bajas limpiaban las letrinas (que incluía sumergirse hasta la cintura en heces para limpiar los tanques sépticos) y los presos de las castas altas hacían trabajo administrativo o sencillamente no trabajaban. La investigación generó mucha conversación y algunos estados de India iniciaron reformas. Ya con eso estábamos muy conformes. Sin embargo, el 3 de octubre pasado, en un fallo histórico la Corte Suprema de Justicia de India abolió el sistema de castas en la distribución del trabajo en las cárceles de todo el país. Sin más, dio por el suelo con un sistema injusto (y legal), vigente desde el siglo XIX. El presidente del tribunal le agradeció a la periodista por su trabajo públicamente y le dijo que sin su investigación ese cambio de sistema no hubiera sido posible.

El problema que tenemos hoy no es que nos falte información, sino que nos sobra. Los periodistas tenemos que navegar eficiente y esclarecidamente en ese laberinto de datos que nos rodea para encontrar las pepas de oro que merecen ser reportadas en profundidad y contadas

– ¿Cuáles son los temas que promueve el Pulitzer Center en el debate público y por qué?

– Estamos entrenando a periodistas en todo el mundo para que puedan investigar los impactos en la sociedad de las tecnologías de IA. Ya sea cómo la policía usa o abusa de las tecnologías de reconocimiento facial, o las exclusiones y discriminaciones que generan los sistemas algorítmicos predictivos que se usan en casi todos los ámbitos de la vida social, desde contrataciones de personal a beneficios sociales. Hay muchas -y espeluznantes, fascinantes- historias no contadas o poco contadas relacionadas con la IA y buscamos revertir esto. También dedicamos muchos esfuerzos a incentivar el periodismo ambiental, no desde una visión ecologista light, sino para desentrañar las cadenas de suministro, los abusos de empresas extractivas multinacionales, y las operaciones de influencia para obtener licencias, tierras, y permiso para contaminar. La crisis climática, por otro lado, nos toca a todos, aunque los nuevos presidentes de Argentina y Estados Unidos crean que no existe. Hay importantísimas historias que contar sobre el impacto del calentamiento global en la salud de las personas y las adaptaciones que esto exige a las empresas y a los gobiernos.

Marina Walker:

¿Qué rol les asigna a las grandes plataformas tecnológicas en el desarrollo del periodismo de investigación y el periodismo de calidad en general?

– Las plataformas tecnológicas pueden ser utilizadas por periodistas de investigación serios para rastrear personas, empresas y personajes oscuros que allí ventilan sus relaciones, ideas, y hasta sus crímenes. A las plataformas en sí no les doy ningún mérito en la generación de periodismo de calidad. Si realmente les importara el periodismo de calidad, los algoritmos se diseñarían para priorizar esta información y no las noticias extremas, sensacionalistas y polarizantes que privilegian. Pero bueno, no nos olvidemos que las plataformas son negocios, gigantescos negocios, algunas con presupuestos más grandes que países enteros.

– ¿Cuáles deben ser los pilares de la formación de un profesional de prensa que quiere dedicarse al periodismo de investigación?

– El método de investigación periodística se puede enseñar en una universidad o fuera de ella, en la redacción. Incluye cómo ir más allá de casos aislados y examinar sistemas. Cómo documentar una cadena de suministro, o de corrupción, paso por paso. Cómo crear la propia base de datos cuando no hay acceso a la información. Cómo cultivar fuentes con paciencia y durante años. Lo que no se puede enseñar es cómo ser radicalmente independientes del poder, cómo tener una curiosidad intelectual insaciable, cómo desconfiar de todo y todos (incluidas las propias suposiciones), cómo proteger fuentes hasta con la propia libertad, y cómo ser empáticos con las personas más desprotegidas de la sociedad. Esas son las marcas de un periodista de investigación de envergadura que difícilmente puedan enseñarse.

– ¿La expansión de la IA supone una oportunidad para el regreso a las fuentes periodísticas y el trabajo más artesanal?

– La expansión de nuevas tecnologías demanda la revalorización no la relativización del rol del periodista. Hay cosas que podemos delegar a las máquinas para agilizar un proceso, por ejemplo, de recolección o análisis de datos. Pero luego tiene que existir una etapa de chequeo y revisión de calidad realizado por un ser humano. Las herramientas de la IA son eso, herramientas. Y son todavía incompletas y falibles. Luego hay partes fundamentales del proceso periodístico que demandan competencias que son netamente humanas, como la empatía, la percepción de matices sutiles, el cultivo de la confianza persona a persona.