Javier Milei no deliberó su decisión con su mesa chica o con su “triángulo de hierro”. No hubo detrás de su acción una estrategia política sesuda. El Presidente envió un mensaje por WhatsApp a la diputada de Pro Silvia Lospennato, la cara visible del proyecto de “ficha limpia”, y le dijo que quería trabajar con ella una iniciativa nueva, más pulida en términos técnicos. La justificación presidencial fue que el proyecto del macrismo, así como estaba (no permite candidatearse a personas con sentencia confirmada en segunda instancia), no contemplaba que, en provincias gobernadas por un mismo espacio político desde hace décadas, una justicia “adicta” pueda dejar fuera de juego a un opositor por pedido del “señor feudal”.
Con ese chat –que luego fue difundido por el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, en una entrevista en TN- Milei buscó exhibir públicamente que está de acuerdo con la cuestión de fondo, pero que considera que el proyecto de Pro es malo. “Javier siempre dijo que apoyaba la idea pero que esta iniciativa tenía problemas”, dijo un ladero estrecho del jefe de Estado. Hasta ayer, eso nunca se había explicitado.
En la Casa Rosada aseguran que el chat a Lospennato fue en respuesta a un mensaje de la diputada.
Francos también señaló que Milei pretende que no se tome esta ley como algo dirigido “exclusivamente” contra la expresidenta Cristina Kirchner. En el Gobierno no son claros sobre qué cambios necesita el proyecto que elaboró Pro o cómo quieren cambiar sus artículos. Tampoco dicen cuándo impulsarán esta supuesta iniciativa nueva, pero difícilmente se incluya el tema en sesiones extraordinarias.
Según relató Francos, el Presidente dijo, puertas adentro: “Cómo pueden pensar que yo quiero polarizar la elección con Cristina Kirchner, no tiene nada que ver con mi intención. Creo que Cristina Kirchner es el pasado”. Es decir, el jefe de Gabinete dejó en claro que el Presidente busca desarmar la especulación política que indica que los libertarios necesitan tener a Cristina en la cancha electoral para fortalecerse.
Manuel Adorni, vocero presidencial, admitió que el Gobierno impulsará su propio proyecto de ficha limpia y que la iniciativa estará bajo asesoramiento del constitucionalista Alejandro Fargossi. “En algún momento el proyecto ficha limpia va a ser una realidad”, dijo Adorni en conferencia de prensa, sin dar mayores precisiones. El oficialismo, en Diputados, sin embargo, avaló el proyecto de Pro para que obtenga dictamen en comisión y pueda ser discutido en el recinto.
Especulaciones
El intercambio de Milei con Lospennato generó efectos políticos. El primero es que descomprimió ínfimamente el clima con una parte de Pro que esperaba un gesto de la Casa Rosada después del desasosiego que generó el faltazo de ocho diputados de La Libertad Avanza (LLA) a la sesión de “ficha limpia” en donde se suponía que iban a jugar juntos. El vínculo entre los socios igual pasa por su peor momento: la lectura que hacen en el ala dura que lidera Mauricio Macri es que Milei dio un volantazo porque sintió el golpe de haber quedado “del otro lado de los que buscan elevar la calidad institucional de la Argentina”. “El tratamiento de la ley era ayer”, lanzaron cerca del expresidente.
La otra sospecha que sobrevoló a toda la política fue la de un presunto pacto secreto entre el Gobierno y Cristina Kirchner, que explicaría por qué los libertarios le sacaron el cuerpo a ficha limpia. “No hay ningún pacto con el kirchnerismo. Y no nos vamos a preocupar por ahuyentar rumores de algo que no existe. Que piensen lo que quieran”, dijo a LA NACION un colaborador del Presidente.
El problema es que el Gobierno acumuló un importante menú de intereses cruzados con el kirchnerismo. Van desde la reelección de Martín Menem como presidente de la Cámara de Diputados (asunto que se define el miércoles próximo) hasta el proyecto de reforma política que promueve eliminar las PASO pasando por el asunto más trascendental: los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla para la Corte Suprema.
Hace meses que el Gobierno y el Instituto Patria se envían mensajes directos e indirectos a través de legisladores, funcionarios y operadores para saldar la cuestión de la Corte. Es un juego de estrategia en donde una y otra terminal pulsean y mueven constantemente fichas. No llegaron a un acuerdo, pero el partido todavía no terminó.
El asesor presidencial Santiago Caputo -verdadero estratega judicial de Milei- hace meses encaró un laberinto de negociaciones, junto a su ladero, el viceministro de Justicia Sebastián Amerio. Fueron por un lado y por el otro; cambiaron de plan más de una vez. Se mantuvieron firmes en una sola consigna: “Son los dos candidatos o ninguno”. Retroceder es un signo de debilidad inadmisible en el mundo Milei.
Antes de mitad de año, a los laderos del Presidente les llegó el primer mensaje: la expresidenta quería cambiar el pliego de García-Mansilla para colocar a una mujer fiel a su sector. En el Gobierno lo rechazaron. “Lijo es el de ustedes”, replicaron. Entonces llegó el segundo ofrecimiento del Instituto Patria: agrandar la Corte a siete o nueve miembros. Eso les daría sillas a todos y haría más digerible la inclusión de García-Mansilla, diluido en sus posturas. Milei se mostró dispuesto a ampliar el máximo tribunal. Pero dijo que primero debían aparecer los acuerdos para Lijo y García-Mansilla.
La discusión entre la Casa Rosada y el kirchnerismo se trabó en la discusión del “huevo o la gallina”. Aún con intereses concurrentes, no se pusieron de acuerdo en qué iba primero.
Con las tratativas en punto muerto, la Casa Rosada urdió otro plan. Desempolvó los 150 pliegos de jueces federales que están en manos del Poder Ejecutivo y anunció que los enviaría al Senado a la semana siguiente. La idea pasó a ser, entonces, completar el álbum del Poder Judicial en un acuerdo político más amplio, con los gobernadores, con el radicalismo e incluso con parte del peronismo. “Todos menos los K”, se jactaban en Balcarce 50. Al día de hoy, el Gobierno no envió los pliegos que anunció Amerio en una conferencia de prensa en la Casa Rosada.
Al filo de que se terminaran las sesiones ordinarias, entonces, la Casa Rosada comenzó a agitar la opción de nombrar a Lijo y a García-Mansilla por decreto, en comisión por un año.
Cristina respondió con dos jugadas. Primero, instruyó a la senadora catamarqueña, Lucía Corpacci, para que adhiriera al pliego de Lijo en la comisión de Acuerdos. La suya fue la novena firma que necesitaba el juez de Comodoro Py para obtener dictamen. El magistrado quedó entonces un paso más cerca de la Corte, con García-Mansilla relegado en la carrera.
Después, a través del senador José Mayans, el peronismo le notificó al Poder Ejecutivo que rechazaría los pliegos que envió el Poder Ejecutivo al Senado si esos candidatos eran nombrados en la Corte por decreto. Fue una manera de mostrar al peronismo abroquelado y de presionar al Gobierno con un mensaje: “Negociemos”.
En la Casa Rosada aseguran que tanto la jugada de Corpacci como la de Mayans los tomó por sorpresa. Ahora la pelota está del lado del Gobierno. Si incluye a los pliegos de Lijo y Mansilla en sesiones extraordinarias querrá decir que el partido sigue con un tiempo adicional. Tienen que definir, en definitiva, si responden al llamado del kirchnerismo.