LAS VEGAS.– Franco Colapinto es muy rápido al volante de un Fórmula 1 y también, en el ping pong verbal, en clave de humor, cuando se siente cómodo o aprecia a su interlocutor.

Ese humor, omnipresente en sus manifestaciones más auténticas, proviene de su lógica y juvenil necesidad profunda de reconocimiento, de ser escuchado, de ser apreciado después de todos sus años de adolescencia vividos en la soledad de su habitación italiana y española, de los viajes, sensación apenas mitigada por la compañía ocasional de sus coetáneos rivales de pista.

Colapinto junto a James Vowles, jefe del equipo Williams, y su compañero Alex Albon (Foto: Instagram @francolapinto)

Por eso, el verdadero Colapinto grita, figurativamente, “Aquí estoy yo” cuando le dan la oportunidad. Y para eso usa el altavoz que le proporciona la F 1 para hacerlo, mientras pierde su independencia para manifestarse en las redes sociales que lo encumbraron con 4 millones de seguidores.

Está en formación, como piloto completo y como persona, y por eso, a veces, no aplica el freno a tiempo. “Sólo espero que no se fundan comprando esas boludeces, me hacen calentar, porque Williams le pone un precio que no lo puede comprar ni Cristiano Ronaldo”, aconsejaba esto en público, refiriéndose a la camiseta con su número que Williams añadió a su merchandising internacional. A más de uno se le frunció el ceño, seguro.

Franco Colapinto en el Williams, listo para el séptimo de sus nueve Grandes Premios de 2024

A finales de octubre, en Interlagos, durante la habitual conferencia de prensa de los pilotos, no advirtió el peligro de una pregunta y el peligro aún mayor que entrañaba una respuesta nacida de sus entrañas, de su ansiedad: Roldán Rodríguez, de DAZN España, le interrogaba: “Si tienes la chance de conseguir otro equipo (que no sea Williams) para la próxima temporada, ¿creés que Williams sería favorable a esa situación?”

Respuesta interpretable: “Pienso que si Williams no me puede proporcionar una butaca, lo normal sería que ellos me dejaran ir a otra parte y que ellos encuentren la mejor oportunidad para mí en el futuro”.

Colapinto y su diálogo con una periodista

¿Qué quería decir? ¿Que lo liberaran totalmente o que se esmeraran más, o no pusieran un precio alto por su pase, dejando de defender el interés del equipo? Al rato, en el hospitality de San Pablo, algo le habrán comentado y ponía la marcha atrás en la conferencia de prensa de Mercado Libre.

En San Pablo, al margen de los accidentes y del dolor por la muerte de su abuelo, Colapinto ya empezó a tener mayor custodia de Williams en sus movimientos

Ante una pregunta de la nacion sobre si soñaba en su futuro y veía un cambio de colores en esos hipotéticos autos, contestaba rápido como un rayo: “No cambio de colores, yo quiero seguir con el amarillo de Mercado Libre” (risas), y completaba: “Después veremos con qué auto se da. Ojalá, si no es en el 2025, será en el 2026, pero mi objetivo es seguir en el futuro en la Fórmula 1. Obviamente es para lo que estamos luchando, tanto mi equipo como todos los que me están siguiendo muy de cerca”.

Allí en San Pablo, quizá para protegerlo de los numerosos hinchas que tenían acceso al paddock y le interrumpían constantemente el paso, o para aislarlo de los ocho enviados especiales de Buenos Aires, Williams apretó la vigilancia. Un miembro del personal de comunicación del equipo lo acompañaba, guiaba y apartaba rápidamente de cualquier contacto periodístico no programado. A tal punto que no era posible obtener ni la más mínima información de cómo había sentido el coche. Su compañero, Alex Albon, iba y venía serio porque había chocado el coche, pero sin custodia alguna y era accesible.

Franco Colapinto con Bizarrap en Interlagos y su esencia: bromas y estilo descontracturado

Williams ha acrecentado sus lecciones para enseñarle a Franco a manejar a la prensa, cómo hablar correctamente en público, cómo elegir las declaraciones a los periodistas, es decir, contar sin contar demasiado.

En Las Vegas (la carrera será este domingo, a las 3 de la Argentina), 7a cita de su periplo de nueve Grandes Premios que deberían confirmarlo como el gran descubrimiento o novato del año, la nacion comprobó que en estos momentos hay dos Colapinto. Uno fuera del ámbito del paddock, donde la marcación cercana de Williams pone en sordina cualquier espontaneidad o vínculo personal. Otro, el Colapinto original, el que recibe a los periodistas como un amigo con los que podía compartir proyectos y sueños, con los que podía hacer chistes y expresar sus ilusiones.

Ese Franco, en una escena significativa, antes de pasar los molinetes de ingreso al paddock, conversó tranquilamente de manera informal, sin entrar en temas específicos, con Claudio Legnani, el enviado de Campeones Media. Destacaba, junto a su orgulloso padre, que no cabía en sí mismo por haberse reencontrado con su hijo, al que no veía desde la carrera de Monza, en su debut.

El “olor a porro” en Las Vegas

Recibió un regalo de una empresa que lo patrocina de manos de Juan Fossaroli, enviado de ESPN Argentina, y se mostró distendido, curioso y bromista. Era el Colapinto que la nacion conocía por haberlo seguido en algunas carreras de F 3 y F 2.

Atravesó los molinetes y cambió de mundo. Le esperaban varios imitadores de Elvis Presley con los que posó de buen ánimo. Cuando les dio la espalda para adentrarse en la calle del paddock, la expresión de su rostro cambió de distendida a tensa, de su habitual luminosidad juvenil sorprendida en los ojos a las de un resignado profesional.

Lo de “resignado” es una interpretación, pero ese Colapinto que acepta la custodia del staff de comunicaciones de Williams ya no es el mismo y ya no disfruta tanto. Al final lo hace, sí, pero en el cockpit de su auto.

Franco Colapinto girando en las prácticas en Las Vegas. La carrera es este domingo, a las 3 de la Argentina

Terminada la segunda sesión del día, Legnani quiso acercarse a él para que le diga en una frase cómo había sentido la pista. Rápido como un rayo, sin apartar la mirada del horizonte y con paso rápido, Colapinto siguió de largo. Minuos antes, la nacion se había encontrado con Alex Albon quien, sin compañías, se detuvo unos segundos para reponder a una simple pregunta: “¿Qué pasó en la sesión que sólo distes tres vueltas?”. Escueto, amable respondió: “Algo falló en el sistema de alimentación”. Era suficiente.

A medida que Williams le enseña que sus dichos pueden tener consecuencias comerciales y de prestigio importantes, a medida que le hacen tomar conciencia del valor añadido de una camiseta auténtica del equipo que representa, la emoción y la experiencia que vive el que la adquiere, ese Colapinto que era un ilusionado llegando a Europa para competir en karting y llegar muy lejos, ese niño se va perdiendo.

Delicado equilibrio tendrá que encontrar dentro de sí. Convertirse en el superprofesional que el sistema de la F1 pretende para formar parte de un negocio que mueve 12.000 millones de dólares anuales y, al mismo tiempo, conservar en su alma ese ser que en realidad es: el Colapinto que alguna vez conocieron quienes le seguían desde su época en karting, en la F4 y en la F3.