Se ha comprobado que los microplásticos pueden cruzar la barrera hematoencefálica al ser absorbidos por células y causar daños en esta estructura protectora Crédito: Bioquímica Molecular y Celular (2025). DOI: 10.1007/s11010-025-05428-3

Al sentarse a cenar, pocos piensan que en el plato, además del menú, hay fragmentos plásticos invisibles al ojo humano. Los adultos consumen alrededor de 250 gramos de microplásticos cada año, una cifra suficiente para cubrir la superficie de un plato.

El dato resulta inquietante, no sólo por su magnitud, sino porque estas diminutas partículas —presentes en el aire, el agua, los alimentos y productos de uso diario— podrían estar teniendo un impacto insospechado, y potencialmente grave, en uno de los órganos más complejos del cuerpo: el cerebro humano.

Los adultos consumen hasta 250 gramos de microplásticos al año, cantidad suficiente para cubrir la superficie de un plato (Imagen Ilustrativa Infobae)

Microplásticos, una amenaza silenciosa

La preocupación científica escaló por el vínculo cada vez más documentado entre los microplásticos y el desarrollo o progresión de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson. De acuerdo con una reciente revisión sistemática publicada en Molecular and Cellular Biochemistry de la Universidad de Tecnología de Sydney (UTS), existen cinco vías principales por las cuales los microplásticos podrían provocar inflamación y daño cerebral.

Kamal Dua, farmacéutico y profesor asociado de UTS, remarcó que: “Ingerimos microplásticos de una amplia gama de fuentes, incluidos mariscos contaminados, sal, alimentos procesados, bolsitas de té, tablas de cortar de plástico, bebidas en botellas plásticas y fibras sintéticas de ropa y polvo doméstico”.

Según estudios recientes, la mayoría de estas partículas logra ser eliminada por el organismo, pero una fracción logra atravesar barreras fisiológicas y alojarse en distintos órganos, incluido el cerebro.

Científicos advierten sobre el posible vínculo entre la exposición a microplásticos y el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas (Imagen Ilustrativa Infobae)

Los cinco caminos del daño: cómo afectan los microplásticos al cerebro

1. Debilitamiento de la protección natural

Uno de los hallazgos principales del equipo internacional de UTS y la Universidad de Auburn en Estados Unidos apunta a que los microplásticos debilitan la barrera hematoencefálica, el filtro biológico que regula el acceso de sustancias al cerebro.

“Los microplásticos alteran la permeabilidad de esta barrera, permitiendo el ingreso de células inmunitarias y moléculas inflamatorias que agravan el daño”, advirtió Dua.

2. Activación inmune e inflamación

El propio organismo interpreta los microplásticos como cuerpos extraños. Las células inmunitarias del cerebro se activan y generan una respuesta inflamatoria, que lejos de proteger el tejido nervioso, puede contribuir a su deterioro.

Cuando estas células funcionan bajo estrés ambiental o exposición a contaminantes, el daño se intensifica.

Un estudio de la Universidad de Tecnología de Sydney identificó cinco vías principales por las que los microplásticos podrían dañar el cerebro (Canva)

3. Estrés oxidativo, moléculas inestables y vulnerabilidad celular

Otro de los mecanismos señalados es el estrés oxidativo, un proceso nocivo en el cual los microplásticos aumentan la presencia de “especies reactivas de oxígeno”.

Estas moléculas inestables atacan las células cerebrales, a la vez que la presencia del contaminante debilita los sistemas antioxidantes naturales del cuerpo. La combinación deja a las neuronas más expuestas y vulnerables.

Los microplásticos debilitan la barrera hematoencefálica, facilitando el ingreso de sustancias dañinas al sistema nervioso EFE/ Cote Villegas

4. Interferencia con la energía de las neuronas

Para funcionar de manera adecuada, las células cerebrales dependen del trabajo de las mitocondrias, encargadas de generar ATP, la principal fuente de energía.

El estudio determinó que los microplásticos interfieren con este proceso, reduciendo la cantidad de energía disponible para las neuronas, lo que repercute en su desempeño y supervivencia.

5. Daño neuronal directo

El impacto se completa con el daño directo a las neuronas, parte del cual estaría relacionado con el proceso de acumulación de proteínas tóxicas, conocidamente asociado a enfermedades como Alzheimer y Parkinson.

La exposición a microplásticos activa respuestas inmunitarias e inflamatorias que pueden deteriorar el tejido cerebral (Imagen Ilustrativa Infobae)

“En el caso de Alzheimer, los microplásticos pueden favorecer el aumento de beta-amiloide y tau; y en Parkinson, la agregación de α-sinucleína y daño en las neuronas dopaminérgicas”, resumieron los especialistas.

Todas estas vías interactúan entre sí para aumentar el daño en el cerebro”, advirtió Dua, cuya evidencia apunta a una red compleja de efectos combinados. El investigador Keshav Raj Paudel, parte del equipo de UTS, recomendó replantear rutinas cotidianas: evitar envases y tablas plásticas, limitar el uso de secadoras, elegir fibras naturales y reducir el consumo de alimentos procesados y empaquetados.

Estas partículas aumentan el estrés oxidativo, comprometiendo la defensa natural de las neuronas (Imagen Ilustrativa Infobae)

La revisión científica deja abierta la necesidad de profundizar en la relación directa entre microplásticos y enfermedades neurodegenerativas, pero coincide en que disminuir la exposición debería ser una prioridad de salud pública.

Esperamos que estos hallazgos ayuden a reformar las políticas ambientales para reducir la producción de plástico y mejorar la gestión de residuos”, sostuvo Paudel. Investigadores de Universidad de Tecnología de Sydney y Auburn University continúan explorando cómo estas micropartículas afectan la función cerebral y la salud integral.