CÓRDOBA.- Se hizo en esta ciudad el 2° Congreso Argentino de Semillas en el que, con la presencia de expertos y referentes del sector, se abordaron diferentes aspectos que van desde la sanidad y la genética hasta la ley de semillas. La convocatoria, de la que participaron 400 personas, fue bajo el lema “sustentabilidad en movimiento” y estuvo organizada por la Asociación de Laboratorios Agropecuarios Privados junto a la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba.
La geógrafa María de Estrada advirtió que cada vez más los “eventos climáticos extremos” son un desafío para producir. Precisó que “se van a agravar” situaciones como las que ya se viven de olas de calor con refrescadas otoñales en pleno verano o sequías seguidas de inundaciones.
En materia sanitaria hubo espacios de análisis sobre la consideración de este factor en el caso de las legumbres, que tienen un alto potencial de exportación, a la vez que se puso el foco sobre el “quemado” en trigo, una enfermedad nueva “muy grave” que ya se registra en Brasil, Uruguay, Paraguay y se detectó en la Argentina. Casos como este enfatizan la necesidad de trabajar con semillas sanas, libres de patógenos.
Reunión: el Gobierno logró que se apruebe un plan para la venta y cesión de dos propiedades del INTA y la reducción de personal
La fitopátologa Mercedes Scandiani, coordinadora de la comisión científica, señaló en diálogo con LA NACION que contar con una ley de semillas “daría otro escenario; mejoraría inversiones”. Subrayó que, en la Argentina, es “magnífico” lo que se ha desarrollado “teniendo en cuenta la poca estabilidad”.
En el proyecto original de Ley Bases se impulsaba la adhesión al acta de la Union for the Protection of New Varieties of Plants, (Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales), un convenio internacional de regulaciones de semillas para usos comerciales del que participan 61 países. No se volvió sobre el tema en lo que va de esta gestión.
La Argentina en sus programas de mejoramiento de soja, precisa Scandiani, “viene reduciendo la cantidad de semilleros; todo es por un tema de la propiedad intelectual y la relación con el alto porcentaje de ‘bolsa blanca’. No está tan claro lo que se puede guardar para ‘bolsa blanca’”. El último dato oficial disponible muestra que en el ciclo 2022/23 el uso de semilla fiscalizada de soja representó el 20,2% de la superficie argentina sembrada con la oleaginosa en esa campaña. En los dos períodos previos –con situaciones climáticas menos comprometidas– esa proporción había sido de 28,3% y 25,5%.
Respecto de las semillas de maíz, Scandiani apunta a su “alta calidad; ocasionalmente se detectan problemas relacionado con lo sanitario. Es el cultivo donde se pone más el ojo a la calidad. Algo parecido pasa con el girasol.
Encontrá acá toda la información de remates ganaderos
“Trigo y soja son siempre los abandonados -añade-. La soja tiene problemas de calidad fisiológica y sanitaria. Tenemos un año complicado y para evitar problemas hay que conocer, tener un buen diagnóstico, completo, de la muestra (vigor, poder germinativo, sanidad). Eso da el panorama de cómo se hicieron las cosas en el campo; la otra parte la da el almacenamiento”.
En el caso de Córdoba, según el secretario de Agricultura y Recursos Naturales del Ministerio de Bioagroindustria Marcos Blanda, ya tiene el 92% de las cartas de suelo de la región pampeana en escala 1:50.000; mientras que en el arco noroeste provincial es 1:100.000, lo que ayuda a establecer mejores estrategias productivas y a su vez también de conservación. La provincia tiene 7,8 millones de hectáreas con aptitud agrícola, y utiliza 7,5 millones, lo que implica que no tiene mucho margen para crecer en términos geográficos, y que la forma de aumentar la producción es apuntar a más productividad por hectárea, con incorporación de tecnología y conocimiento.