Cuando Rubén Maidana, de 36 años, se dio cuenta de que su vida no volvería nunca a ser la de antes, salió de su casa en el barrio porteño de Floresta y caminó sin rumbo cientos de cuadras. No le importó que comenzará a llover. Se sentó en una esquina y se puso a llorar. Las personas pasaban a su lado y lo miraban, pero seguían su camino. La mayoría no reparó en él, ni siquiera cuando el agua dejó de caer.
Rubén lloraba porque hacía unos dos meses su esposa Paola, de 27 años, y su hija Malena, de dos, habían muerto en un accidente de tránsito en la ruta 11. Por esa época, él trabajaba de camionero en una empresa brasileña, así que se encontraba en ese país. Ellas viajaban de Buenos Aires a Foz de Iguazú, a la casa de los padres de Rubén, donde en unos días se encontrarían. Cuando le contaron a Rubén lo que pasó, tardó en entender porque no quería entender. A las semanas, renunció a su trabajo. Retomar la vida le era imposible.
En esa esquina, a la que llegó luego de irse de la casa que había compartido con su niña y su esposa, estuvo hasta la mañana siguiente. En la calle, buscando comida en la basura, durmiendo en algún rincón y en paradores, estuvo unos 10 meses.
“Yo solo sentía dolor y ese dolor se hizo más fuerte ese día de lluvia, cuando nadie me veía. Yo no existía, no importaba. Creo que de no haber conocido a Malena, hoy seguiría en la calle”, le cuenta Rubén a LA NACION en un día luminoso de noviembre. La charla transcurre en un primer piso de habitaciones amplias y techos altos de un edificio antiguo de Villa Urquiza donde funciona la organización Multipolar. Allí ayudan a las personas en situación de calle a conseguir un trabajo y poder valerse por sí mismas.
Rubén está vestido con el uniforme de Andreani, la empresa de correo. De su cuello cuelga una credencial con su foto, su nombre y su cargo. Malena, la mujer que tiene el mismo nombre que el de su hija, tiene 39 años, está sentada a su lado y es la fundadora de la organización.
“El que se ayudó a salir de la calle fuiste vos, nosotros damos la oportunidad de un camino y ponemos las herramientas en la mesa. Vos las tomaste”, le dice Malena con tono campechano. El aire con aroma a flores y pan de la confitería que está en planta baja entra por el balcón francés de celosías verdes. Hoy Rubén también ayuda a la organización y lo hace de una manera muy significativa: sin contar a las empresas, es el principal donante individual. Rigurosamente, cada mes le transfiere 100.000 pesos de su sueldo a Multipolar.
Quién es ella
Malena es Malena Famá. Ella es licenciada en Comunicación Social, diplomada en administración pública y ahora estudiante de medicina. Quiere especializarse en psiquiatría orientada al tratamiento de adicciones. Asegura que el objetivo de la organización es hacer red conectando polos. Más seria, Malena aclara: “Las personas que están en la calle no están ahí porque no quieren trabajar. Si no das oportunidades, nadie se salva solo, sale en comunidad. El mérito no es suficiente”.
Malena sabe qué es quedarse sin esa red. Cuando tenía 17 años vio cómo su padre, de 57, caía en una depresión luego de haber sido despedido de la empresa eléctrica donde trabajó 40 años, primero tirando cables, luego como cajero. Lo ayudó a hacer un currículum y vio lo difícil de entrar nuevamente en el círculo laboral y su impacto en la dignidad y la autoestima.
Hace 13 años esa experiencia tomó forma en la organización que hoy cuenta con 28 trabajadores profesionales, entre psicólogos, terapeutas ocupacionales y especialistas en adicciones, y 60 voluntarios. Además suma una red de alianzas institucionales con organizaciones de todo tipo.
Hay empresas que se prestan para armar simulacros de entrevistas laborales que ayuden a entrenar a las personas que buscan salir de la calle con un empleo formal. Y hay otras empresas que directamente incluyen en sus búsquedas a personas en situación de calle que fueron preparadas por Multipolar para esa instancia. Esa preparación es la que recorrió Rubén apenas conoció a Malena.
“Vos tenés que conocer a Malena”
En octubre del año pasado, Rubén dormía en uno de los paradores que el Gobierno de la Ciudad tiene para personas en situación de calle. Según el último relevamiento oficial, 3.560 duermen en la calle o en alguno de los refugios porteños.
Rubén estaba en el de Retiro, pero había empezado a trabajar en un lavadero de autos. Hacía turnos de 14 horas, de lunes a lunes, y cobraba muy poco. No le alcanzaba para sostener un alquiler. Pero quería salir adelante. Fue cuando Malena visitó, como solía hacer, el lugar. Un par de compañeros del joven, Marco y “Patita”, le dijeron “Vos tenés que conocerla, ella te va ayudar”. A Rubén ese nombre le hizo recordar a su hija.
“Cuando la vi me dio vergüenza pedirle ayuda -dice-. Ella era una persona importante y yo no era nadie. Pero empezamos a hablar y me dio mucha confianza, no me hizo sentir menos. Me dijo que dejara el lavadero y que fuera a la sede de Multipolar”.
“¿Yo importante con esta pinta?”, lo interrumpe Malena. “Vos lo eras, que sabías cuatro idiomas”. Los dos se ríen. Rubén creció en Iguazú, Misiones, con sus padres, un argentino y una brasileña. Por eso habla español y portugués. También sabe guaraní, porque estudió la secundaria en Paraguay; y árabe, por una novia libanesa de su juventud.
El día que Rubén fue a la sede lo esperaban con una ducha caliente, calzado y ropa limpia. Ese proceso es clave para que la persona se sienta digna, pierda la vergüenza y sepa que será parte de una red de pares, explica Malena. Luego, le asignaron una psicóloga y una terapeuta ocupacional y le propusieron hacer talleres laborales donde básicamente se analizan sus capacidades, se aprende a hacer un currículum, a enfrentar una entrevista laboral y a organizar la economía personal. Rubén hizo tres y tiene sus diplomas.
Por su conocimiento de idiomas y su predisposición, fue requerido por varias empresas que recibieron su curriculum a través de Multipolar. Prefirió la empresa de correos. Estuvo seis meses de prueba, en los que pudo alquilar una habitación de un hotel. Luego lo efectivizaron y hoy alquila un departamento en San Telmo. Lo primero que se compró fue un lavarropas. Sus planes para el año que viene son especializarse en logística en una universidad y estudiar inglés.
Con qué sueñan las personas que no tienen ni una cama donde pasar la noche
“El año pasado fue un año de aprendizaje: que lo valioso de las personas es reparar en el otro. A mi nena y mi esposa nunca las voy a olvidar. El 16 de diciembre se cumple un año y quiero jurarles que voy a continuar por ellas”, dice Rubén, que se quiebra un poco y pide disculpas. Malena lo abraza.
“Acá no nos creemos héroes que sacamos a las personas de la calle automáticamente. Todo lleva un tiempo, hay que tratarlas con profesionales para entender las razones de por qué llegaron a esa situación y luego hay que capacitarlas para que vuelvan al mundo laboral. Rubén tenía un trauma, otros tienen problemas de adicciones además de un trauma”, cuenta.
Multipolar apoya a unas 600 personas por año. Entre el 30% y el 40% de los que se acercan consiguen algún tipo de trabajo: el 60% informal, el 30% formal y el 10% por cuenta propia. Ya han sacado de manera definitiva a 85 personas de la calle. “Hay muchos rubenes, si seguimos haciendo redes con organizaciones y creciendo podemos ayudar a más”, dice Malena.
Se acerca el mediodía y falta poco para que Rubén ingrese a trabajar. Está feliz y lo dice: “Agradezco la oportunidad que me dieron todos y su tiempo para ayudarme, para conocerme y sacar lo mejor de mí”.
Cómo ayudar
- Si te querés contactar con Multipolar o apoyar su trabajo con donaciones, podés seguirlos en Instagram o entrar a su web.
- Necesitan donaciones de dinero; voluntarios que cocinen viandas o donen galletitas, budines, tortas, para que quienes asisten a la ONG puedan desayunar; y kits de higiene personal y calzado de hombre.