Un vaso de cerveza. (Reuters)

Pasear por la ciudad durante la noche, especialmente los fines de semana, puede convertirse en una experiencia incómoda debido a la cantidad de personas que van borrachas por la calle. Esta gente, a menudo ruidosa, no solo alteran el silencio de la noche con sus gritos y risas estridentes, sino que también puede invadir el espacio de los demás, molestando a quienes simplemente buscan regresar tranquilos a casa. En algunos casos, el alboroto que generan incluye peleas, caídas o simplemente un comportamiento molesto. Esta situación, frecuente en zonas de bares y centros de ocio nocturno, ha llevado a algunas ciudades a reconsiderar su enfoque, con medidas que están causando polémica.

Es el ejemplo del Ayuntamiento de Bergerac, en Francia, que ha aprobado en un pleno municipal una multa de 150 euros para las personas que se encuentren en estado de ebriedad en la vía pública. La medida, impulsada por el alcalde Jonathan Prioleaud, tiene como objetivo que los policías municipales puedan sancionar a todas las personas que crean que estén borrachas.

El alcalde explicó que durante los fines de semana estas situaciones aumentaban y los agentes no daban abasto para tener estas situaciones controladas, pues intervenir en una situación en la que hay una persona ebria implica la movilización de una patrulla de dos agentes durante aproximadamente dos horas. Según Prioleaud, este tipo de operaciones tienen un coste significativo para la ciudad y es un gasto que el Ayuntamiento ha decidido que repercuta directamente a los responsables.

El primer edil señaló que esta nueva sanción busca cubrir esos costes asociados con el trabajo policial. Además, Prioleaud afirmó que esta es una medida justa hacia los ciudadanos que no alteran el orden público, ya que quienes infringen las normas sobre el consumo de alcohol en espacios públicos deberán asumir parte del gasto generado.

Sin embargo, la nueva normativa ha sido rechazada por la oposición local, que califica la medida como “inútil, demagógica y reaccionaria”. Los concejales argumentan que la sanción no trata la raíz del problema de la ebriedad pública, sino que simplemente penaliza a los afectados sin ofrecer soluciones efectivas para reducir el consumo excesivo de alcohol. La oposición también subraya que el foco de la acción debería estar en la prevención, en lugar de en la sanción.

El alcalde recordó que, durante los últimos cuatro años, la policía municipal de Bergerac ha intervenido en un total de 100 ocasiones relacionadas con incidentes de ebriedad pública. Estas intervenciones, en las que se activaron patrullas para atender a los individuos, reflejan “una frecuencia constante de este tipo de situaciones” en la ciudad. A pesar de la polémica, la administración local sigue defendiendo que la medida contribuirá a mejorar el orden público y la seguridad en las calles de la ciudad.

La policía francesa. (Manon Cruz/Reuters)

Otras ciudades francesas

La decisión de Bergerac se ha producido dentro de una tendencia más amplia repetida en varias ciudades de Francia. Otras localidades como Toulouse, Orleans, Pau y Saint-Amand en Cher también han implementado políticas similares que sancionan a las personas que consumen alcohol en lugares públicos. Estos municipios han adoptado medidas para intentar controlar los problemas relacionados con la ebriedad en sus calles, que afectan tanto a la seguridad como a la calidad de vida de los residentes.

Este tipo de sanciones, que en otras partes de Francia se consideran necesarias para controlar comportamientos que alteran la convivencia, sigue siendo objeto de debate en muchas comunidades. Mientras que algunas personas ven estas leyes como una forma de mantener el orden y reducir los trastornos públicos, otras consideran que limitan la libertad individual de las personas y que son medidas de carácter “moralista”.