Las redes sociales registran situaciones de consumo de alcohol en menores, desafiando los límites legales y éticos (Imagen Ilustrativa Infobae)

La adolescencia es una de las etapas más difíciles de la vida, un periodo de desarrollo biológico, psicológico, sexual y social posterior a la niñez. Adolecer de recursos, de experiencias, de herramientas para comunicarse; y ahora la dificultad y limitaciones post pandemia parecen haberse profundizado, modificando algunas conductas y estilos para hablar, escribir, relacionarse y “conectar”.

Para los “pandemials” los recursos tecnológicos constituyen un apoyo fundamental, un vehículo para la comunicación, pero también su uso casi adictivo presenta una impensada y compleja lista de opciones problemáticas y hostiles sobre las cuales no existen antecedentes: ludopatía, uso de IA para agredir digitalmente a compañeras de curso, cyberbullying, sexting y la viralización de contenido íntimo hasta provocar un suicidio.

El nuevo patrón indica que los jóvenes no llaman por teléfono, no intercambian sus números. El nexo comunicativo es su cuenta de Instagram. No conversan vocalmente, no les gusta, los códigos de comportamiento indican que es “cringe”, pero tampoco responden a llamados y hasta lo consideran una invasión a su privacidad. Un llamado inesperado podría implicar malas noticias y esto los saca de su área de confort y armonía digital.

Así las cosas. Para esta generación, es mucho más funcional y afiatado a sus códigos de sociabilización coordinar la asistencia a fiestas clandestinas a través de grupos de WhatsApp, que incluyen locaciones secretas, solo develadas a último momento, para miles de adolescentes y preadolescentes uniformados portando sus smartphones, que accederán a chats con cientos de miembros para participar de eventos en barrios cerrados, quintas, casas o domicilios particulares. Esta gestión organizativa les parece más privada y lo es. Es discreta, no los expone y su postura es natural ya que todo el tiempo están en esa “pose” texteando en aplicaciones.

Permitir a menores de 18 años beber alcohol y que organicen fiestas en sus casas genera contenido en foto y video de niños consumiendo y en estado lamentable, completamente ebrios. De hecho, el “posteo” de moda exige foto o video en la situación más deplorable posible; vomitando, orinados o desvanecidos.

Dejar evidencia, testimonio en formato digital es algo nuevo y que además, y por primera vez, son documentos generados por los propios protagonistas. Debemos preguntarnos si es razonable que padres habiliten a menores a beber alcohol y organizar fiestas en sus casas. Algunos progenitores sostienen que sus hijos lo van a hacer de todos modos, así que podrían permitirlo para supuestamente ejercer alguna clase de control y supervisión.

Lo cierto es que la Ley 24.788 prohíbe en todo el territorio nacional, el expendio a menores de dieciocho años, de todo tipo de bebidas alcohólicas. La coordinación vía WhatsApp no solo es utilizada para fiestas sin locación determinada, sino que menores desde los 13 y 14 años convocan y organizan por “afinidad al consumo de alcohol”, es decir: si tomás podés pasar, pero trae tu bebida. Sino, no entras.

Además, esta ley en su artículo 6° prohíbe en todo el territorio nacional la realización de concursos, torneos o eventos de cualquier naturaleza, sea con o sin fines de lucro, que requieran la ingesta de bebidas alcohólicas.

El consumo de alcohol en la adolescencia es motivo de preocupación de muchos padres que identifican, en ciertos casos, un entorno facilitador del inicio temprano en la ingesta de alcohol de éste. Al mismo tiempo existe una cada vez mayor tolerancia y flexibilidad por parte de los adultos en cuanto al consumo de bebidas alcohólicas durante la adolescencia.

Lamentablemente el consumo temprano de alcohol se asocia a trastornos de la conducta y afectación cognitiva que podrían traducirse en problemas en la escuela y con el vínculo familiar. Un niño que consume alcohol tiene mayor riesgo de presentar alcoholismo en la adultez, iniciado antes de los 14 años conlleva un riesgo cuatro veces mayor de presentar problemas con el alcohol siendo adulto en comparación con el inicio luego de los 21 años.

La innovación tecnológica y su inserción en nuestra forma de vida es irreversible. Los beneficios y ventajas son incontables, pero debemos obligatoriamente pautar que muchas situaciones se potencian y amplifican especialmente cuando de menores se trata, y que muchas más cosas ocurren a través de las pantallas que debemos conocer, compartir y conversar en tiempo y forma.